Tomada de la red |
Si yo iba a la cocina, tú
te quedabas en el salón. Si entraba en el cuarto de baño, tú te afeitabas en el
aseo. Mientras yo dormía, tú descolgabas del tendedero la mascarilla, cogías la
lista común y hacías la compra. Si yo veía las noticias en la televisión, tú
oías en la radio que aún no había vacuna para el coronavirus. Propagación era
la palabra maldita mil veces escuchada. Necesitaba calor humano. Y allí estabas
tú. Comenzamos a buscarnos. A dejar una mano sobre el aparador para que el otro
la rozara al pasar. A sentarnos juntos en el sofá. A volver a compartir la
cama. A querernos. Cuando juntos vencimos la pandemia y se acabó el
confinamiento, fuimos de la mano al despacho del abogado, rompimos los papeles
del divorcio y los lanzamos al aire. Fueron cayendo como copos de nieve hasta
desaparecer de nuestras vidas.
Hoy precisamente hablaban las noticias del aumento de divorcios. ¿Por qué no mencionarán a las parejas reconciliadas? Gracias por recordarlo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias a ti, José, por pasarte por aquí.
EliminarAbrazos.
En algunos momentos difíciles, visitar lugares como esta casa y escuchar el
ResponderEliminarsilencioso y delicado reencuentro de un amor que se creyó perdido, es como aplicar una pócima mágica sobre la piel del espíritu.
Me alegro, querida Cora, de que la visita haya sido como esa pócima mágica.
ResponderEliminarBesos, muchos.
Por lo menos una historia con final feliz entre tanta incertidumbre por el presente y el futuro.
ResponderEliminar¡Hay tanta negrura!
ResponderEliminarPar de abrazos.