Tomada de la red |
Él respira pegadito a mi
cabeza. Nos separa un tabique. Algo nimio. Y mientras intento conciliar el
sueño me llegan voces, ruidos, música. La televisión ha cobrado una importancia
de fetiche a donde se amarra con su compañera como un salvavidas en medio de
este triángulo de las Bermudas que nos amenaza a todos. A veces escucho la voz
de una doctora. Debe serlo. O tal vez enfermera. En cualquier caso una sanitaria.
Lo sé por el tono recomendatorio, por la despedida, porque su voz se aleja
hacia la puerta, por el ruido al cerrarse y las vueltas de llave. «Que ha dicho
que te tienes que tomar tres de estas al
día», dice la mujer. Utiliza un tono alto porque él ha pasado ampliamente los
noventa y debe ir duro de oído. Contesta. No consigo descifrar lo que dice.
Habla más bajo. Ella es mucho más joven y se entera. «Que han pillado a unos
ciclistas por la Gran Vía. Pretendían escabullirse pero la policía les ha
echado el guante», informa en otra ocasión ella. Y el hombre responde algo; no
sé qué ni me importa. Porque lo vital es saber que sigue ahí al lado. Cuando
anda, lo hace a pasitos, arrastrando los dos pies, como cuando te ponías bayetas
debajo de los zapatos para sacar brillo a la cera del suelo, aunque sus suelas
sí rechinan sobre la tarima. Uno y dos, se cambió del sillón al sofá. Uno, dos,
tres, cuatro… Se aleja. Tal vez vaya a la cocina. Uno, dos, tres, cuatro,
cinco, seis…Quizá al dormitorio. Escucharlo. Oírla a ella. Que no llegue
silencio, aunque lo que se cuele a veces sea una pelea de gallos y gallinas
televisivas. Que no lleguen los gritos, el llanto, la desesperación, la
pérdida. Y así, siesta tras siesta, noche tras noche, todos alcanzaremos vivos
la salida.
Cualquier signo de vida nos reconforta y, por fin, valoramos en su justa medida a los vecinos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Así es José Antonio.
EliminarGracias por pasarte por aquí.
Par de abrazos.
Hoy solo destaco lo que para mi siempre ha sido evidente: Ese detalle, esa veracidad que transforma al lector en protagonista que vive a plena luz de tu relato lo que solo era un acompañamiento de pared a pared: Medio escuchando medio intuyendo. Algo que se teme perder en algún momento, cuando la realidad impone soledad y silencio.
ResponderEliminarPreciosismo en tu comentario, Cora querida.
ResponderEliminarBesos virtuales por si coronavirus.
Lo mismo pienso: sabemos que nuestros vecinos y vecinas están bien porque les oímos. El día que no oiga a mi vecina de arriba, que es mayor, será porque le habrá pasado algo. Pero consigues explicar mejor la situación con este relato.
ResponderEliminarGracias, Sandra.
ResponderEliminarAbrazos.
Estupendo recordatorio sobre lo que nos pasa desapercibido y alguna vez echaremos de menos.
ResponderEliminarBesos.
Son esas cosas que tenemos al lado y no apreciamos hasta que nos faltan.
ResponderEliminarOtro beso para ti.