Anoche tuvo su último
sueño paralizante. El monstruo estaba allí de nuevo, en la habitación. Intentó
gritar, pero no salió ni un sonido de su boca. Quiso llorar, tampoco había lágrimas
para sus ojos. Como otras veces, se preguntó si estaba despierta o soñando.
Soñando, se dijo. Pronto despertaré y todo será una pesadilla. Esto la
tranquilizó algo. Sin embargo, no lograba salir de la parálisis por mucho que lo intentara. Tampoco recobraba la voz. Fue antes de que sintiera el
movimiento de su madre en el cuarto, el ruido de la silla, su llanto. Y aquel
olor a cera.
Uff escalofriante, Lola. Logras tensión y angustia y ese final, el último y definitivo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Duro, sí, sobre todo si piensas que puede pasar.
ResponderEliminarUn abrazo grande, Yolanda.
La Muerte propia. Descrita de forma que me recuerda episodios de parálisis y angustia propias. En duermevela. Pero el horror me ha venido con ese olor a cera y el llanto de la madre.
ResponderEliminarHe necesitado alejarme de ese ataud, de ese lugar irreversible y real hasta lo inaceptable.
Besos
Sí, querida Cora, un horror con olor a cera.
ResponderEliminarMil abrazos.
Tremendo este supuesto. Yo que soy muy dado a estas imaginaciones terroríficas admiro tu capacidad para sorprenderme. Me voy a tomar una tila. Besos.
ResponderEliminarA mí también me acojona. Que sea doble esa tila.
ResponderEliminarUn abrazo bestial.
Un gran relato. Los pelos de punta.
ResponderEliminarAbrazos mil.
Da yuyu, sí.
ResponderEliminarAbrazos flojitos por la calor.