De izquierda a derecha: la presidenta de la asociación el Timón, Manoli Sánchez; Isabel Jiménez, tercer premio; Amando García Nuño, primer premio; servidora, segundo premio; y la alcaldesa de Puertollano, Mayte Fernández.
LA PRINCESA
DEL GUIRLACHE
Siempre ocurre. Me quedo idiotizado en mitad de la cocina.
Tú dejas de remover en círculos, levantas la cuchara de madera y un hilo ámbar
se estira hasta donde detienes tu mano. Entra el sol de mediodía por la ventana
y brilla el azúcar tostado y líquido. Te quedas así una partícula infinita de
tiempo. Doy dos pasos con el impulso de cortarlo, de quedarme con el hilo
enrollado en mi dedo, pero tú ya lo sueltas y cae, enroscándose sobre el fondo
de la sartén. Te pasas el envés del brazo por la frente poblada de gotas
brillantes bajo el calor de julio. Remueves con energía: no tiene que pegarse,
haciendo como si no supieras que estoy parado sin saber si salir o dar el paso
que nos separa. Y es entonces cuando se oye el rechinar de los goznes de la
puerta. El tío Mario. Que nos vamos ya, chaval, a la era, dice. Tiene esa manía
de poner el que delante de todo. Que te estás quedando lelo ahí parado. Y tú,
mi princesa del guirlache, levantas la cabeza, aunque sigues removiendo, removiendo,
siempre en círculos, removiendo... y me dedicas una de tus sonrisas. Que se te
va a quemar, advierte el tío. Vuelves a lo tuyo. Y yo retrocedo en las losetas gastadas, viejas de tantos
años, de tantos amores y odios alrededor de un fuego siempre encendido. Que
quiero un pocillo de café. Que cuándo está la cena, mujer. El tío siempre pide
algo. Siempre. El fuego tiene que alimentarse con la urgencia del hombre de la
casa.
La tía
Mamen se agachaba a recoger las hebras de azafrán y sacaba un dedo herido. Y la
princesa del guirlache le chupaba la sangre. La tía Mamen escaldaba gallinas en
el caldero de agua agarrado del gancho que colgaba de la chimenea. Pero no
mataba animales. Que le cortes la cabeza, mujer, ordenaba el tío. Se echaba a
llorar, ella. Que sois muy flojas las mujeres, decía él sacando belfo, crecido
con su machete en la mano. La tía Mamen se nos fue en una crisis de asma. Y te
quedaste tú, mi princesa del guirlache, para derretir a fuego lento el azúcar y
hacerlo caramelo tostado y cremoso para las almendras.
¿Te das
cuenta? Caramelo y almendras. ¿Te das cuenta? Tú y yo, el guirlache que endulza
tus noches y las mías cuando se va el calor y refresca en el porche. Tú y yo y
el guirlache que haces de día. Te sientas en el balancín y cortas un trozo en
dos. Ni los grillos apaciguan el golpe seco del dulce al quebrarse. Me preparo.
Toma, ofreces. Y nuestras manos se rozan. Luego tú sueñas y dejas que en tu
ensoñación yo te dé impulso. Tus pies tocan los tallos del trigo, a lo lejos. Y
hay un silencio roto por el cricri de los insectos y el rechinar de las
argollas en el balancín. Tú sueñas, sabe Dios con quién, yo cierro los ojos y
aspiro el olor a hierbabuena que impregnó tu pelo con el último guiso. Entonces
llega él y nos regresa a la realidad de sopetón. Que ya es hora de acostarse.
Dejo de impulsarte y tú paras el balancín arrastrando la puntera de los zapatos
por el suelo. Yo me voy a dormir a la habitación que tus padres reservaron para
mis vacaciones de verano. Y tú, querida prima, mi querida princesa del
guirlache, desapareces entre las sombras, tragada por la boca de dragón del
pasillo, de camino a tu encierro.
Pero cada
año que pasa recojo un poco más de valor y ya estoy casi a punto. Un día
acortaré la distancia que me separa de ti en la cocina y liaré el guirlache en
mi dedo y te lo daré a probar. Una noche sentiré el frío del suelo bajo mis
pies descalzos y avanzaré silencioso hasta tu cama y me meteré bajo las
sábanas. Seremos guirlache. Y ni tu padre ni nadie podrán separarnos.
Muy buena historia. Es fácil hacerse la imagen de toda la escena, y el lector espera que haya un siguiente capítulo en que por fin se dé el paso. ¡Un saludo!
ResponderEliminarDe entrada, mi enhorabuena. Y ahora voy a leerlo.
ResponderEliminarEnhorabuena por este nuevo premio. Compartir contigo este acto, en el que como suele ser habitual en los pueblos, está rodeado de gran profusión de afecto y detalles a los ganadores, ha sido muy gratificante. Es una buena excusa para conocer gente y sus costumbres.
ResponderEliminarUn besazo.
Buah, Lola, qué hermosura. Qué bien descrita esa relación de primos enamorados, de primos en el pueblo que se reencuentran en verano. Qué lindo, Lola, qué lindo.
ResponderEliminarEnhorabuena por ese segundo premio. NO me extraña.
Otro más.
El lector, Álex, tiene que poner el resto de la historia.
ResponderEliminarBien que disfrutas tú, yendo de acompañante, Juan, sin nervios ni nada. Y yo, con tu compañía.
Miguelángel, los amores adolescentes son pastelitos de crema.
Un abrazo bestial que os abarque a todos.
Cuánto me alegro de este premio. El relato es tan bueno, que me ha encantado. Y me lo voy a releer.
ResponderEliminarUn beso muy grande
Qué bonito, me gusta como va transcurriendo la historia hasta llegar hasta final de amores primos, amores, a fin de cuenta.
ResponderEliminarEnhorabuena!
Mil gracias, Elena.
ResponderEliminarAgradecida quedo, Yolanda.
Abrazos a pares.
El texto es mágico, como todos los tuyos. De la foto, sin embargo, debo poner una pega: ¿qué demonios hace ese tipo extraño de camisa a rayas horizontales entre cuatro mujeres tan interesantes? ¿no lo podrías borrar con photoshop?
ResponderEliminarAbrazos, siempre. Fuiste lo mejor del premio.
Pero es que el tipo de la camisa a rayas combina muy bien en esta fotografía.
ResponderEliminarMil gracias, Amando. Me encantó compartir premio y cañas contigo.
Un abrazo muy largo.
Lola: qué bien cocinas el amor. Abracicos grandes, grandes, Victoria
ResponderEliminarMil gracias, Victoria. Un pellizquito de amor, lo justo para equilibrar.
ResponderEliminarAbrazos varios.
ResponderEliminarEnhorabuena, Lola, por el premio a esta historia de vida cotidiana y amor silencioso.
Un abrazo
muchas gracias Nenúfar.
ResponderEliminarTriple de abrazos.