Ni el frío ni la amenaza de lluvia consiguieron desviar mi atención. Durante el trayecto a la macroquedada, iba dándole vueltas al asunto. Me bajé en Tribunal a lo tonto, porque quedaba más cerca Noviciado, pero a lo listo habría andado menos y las posibilidades de maquinación se habrían reducido al metro. Que cómo me las maravillaría yo. Que cómo me las maravillaría yo este año. Y así me presenté sin ningún plan concreto pero con la idea de que de alguna forma me saldría con la mía.
La presentación del Viaje imaginario al Archipiélago de las Extinta, bien, para qué negarlo. Ro, hizo sus deberes. La de la antología, como siempre, siendo Manu, dinámica y divertida. De la comida no hablo. Y por fin el sorteo. Yo en la cola preguntándome si alguien me la habría levantado. Llegando, la veo en brazos de Francesc. A esa le tenía yo echado el ojo, le digo. Y él, caballero andante o sentado, qué más da, se ofrece a cambiármela por lo que me toque. Metí mi manita inocente y saqué número y tuneado. Confieso que me dio pena su mirada lastimera. Pero sólo un segundo. Enseguida reclamé que se hiciera efectivo el trato. Sí, una vez más me llevé un premio gordo. No me digáis que no es una ricura.
La madre busca entre los restos de su precario ajuar las sábanas bordadas de su noche de nupcias. Se traga las lágrimas, no es momento de llorar. Lava las sábanas y las tiende al sol para que haga desaparecer el amarillo añejo del tiempo transcurrrido. Espera el milagro que les devuelva la blancura que tenían aquella noche, cuando concibió a su hijo. Su único hijo. No quiere llorar, ahora no es el momento. Plancha las puntillas que engalanan el embozo y el almohadón, aunque este no hará falta., lo plancha igualmente. Siente alivio cuando piensa que serán estas sábanas el sudario que envuelva el cuerpo de su hijo. Mañana llorará.
Rosa Martínez
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