Anoche se celebró el
funeral-fiesta de la hija de Lara, tal y como ella dejó dispuesto. Desde
primeras horas de la tarde, el servicio de catering fue llenando las mesas
preparadas en la venta El Chorro, con bandejas de canapés variados, croquetas,
gambas, pastel de cabracho y solomillos a la pimienta; además de vino, cerveza,
coca cola y cava. Alrededor de cien invitados entre amigos y familiares,
bebieron y comieron mientras una orquesta tocaba “Adelita“, “Reloj no marques
las horas“, “Angelitos negros” y otras piezas del gusto de la difunta. A eso de
la una de la madrugada, se retiraron los mayores, y se quedaron los más jóvenes
disfrutando de barra libre y música enlatada.
Sus hijos, a quienes la
difunta dejó el frigorífico y el congelador llenos de tuper repletos de comida,
lloran tan irreparable pérdida.
No me extraña que la lloren, no tendrán quién les cocine, lave, planche... Previsora madre.
ResponderEliminarBesos desde el aire
Morir amando. que generoso legado el de esta mujer, de la que me acabo de enamorar demasiado tarde.
ResponderEliminarHumor negro tirando a carbón. Una madre hasta sus últimas consecuencias. El detalle de la nevera, formidable. Abrazos, besos.
ResponderEliminarRosa me lo ha quitado de los labios. Los hijos no están tristes, están jodidos, han perdido a la perfecta criada, y además gratis.
ResponderEliminarEntendería que racionases el contenido de esos tupper, para que el "recuerdo" de su madre, en forma de comidas caseras, les dure bastante.
Es un chocante experimento de imaginación pensar en aquel detalle (entre otros) por el que nos recordarán los que se quedan. Como describes en este funeral tan peculiar, a cada uno se le descubrirá su sello más notable cuando los hijos hagan limpieza de lo que fueron sus pertenencias.
ResponderEliminarMucho amor el de esa mujer por los suyos.
Un taper de besos.
Hasta que se apañen, Rosa.
ResponderEliminarEl amor no tiene barreras, Eva.
Ya sabes, Agus, cuánto me gusta el humor negro.
Lo malo sería, Luisa, que se produjera un apagón. El contenedor se llenaría de comida.
Y quizá también quede en la memoria la fiesta que disfrutaron en su funerla.
Abrazos muy vivos.
Y yo que preferiría los funerales así.Asistiríamos de buen grado.Desdramatizaríamos la situación,y nos quedaría un buen recuerdo y todo. Lo de los taper yo creo que es deformación de madre. Un abrazo.
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ResponderEliminarLeyendo este relato, imagino que esta mujer disfrutaba facilitando la vida a los demás. Al menos, alguien que quiere que le despidan en un funeral-fiesta (excelente idea) y que deja a sus hijos comida preparada para varios días, pienso que no debió pasar por la vida amargando al prójimo.
Pero esto es solo imaginación.
Un abrazo, Lola
Todas decimos: no es mi caso. Sin embargo el caso de alguna es, como tan duramente lo demuestra tu micro.
ResponderEliminarFuerte abrazo, Lola
Estoy contigo, S. En todo.
ResponderEliminarNenúfar, hay personas, como bien apuntas, que pasan por el mundo amargándoles la vida a los demás, y otras que intentan facilitarles la vida. Me quedo con las segundas.
Claro, no todas hacen lo mismo, Patricia. Esto es un botón de muestra de una parte de la ciudadanía.
Abrazos múltiples.
Como para no llorar a una mujer así, !madre abnegada!, vamos que previsora ella dejo el congelador llenito de fiambreras!como somos!
ResponderEliminarGeniales los relatos Lola.
Un abrazo.