Cementerio judío. |
Nada de aquello habría ocurrido si el huracán Pitufo no hubiera entrado
en el cementerio. Mariavi, en el DNI María Vicenta, quiso llevarse el
secreto de su juventud a la tumba. Y lo consiguió durante unos años. El
Pitufo debió conformarse con tirar algunos alcornoques y seguir su
camino hasta morir en el mar. En lugar de eso, sacó la puerta de los
goznes que chirriaron de espanto, zarandeó y provocó los lamentos de
cipreses arrancados de cuajo, se metió por los caminos levantando
lápidas y tierra en remolinos que dejaron al descubierto las tablas
podridas de los ataúdes más viejos. La serpiente intentó escapar por una
galería hasta su cubículo al lado de la calavera del tío Antón donde
también se refugiaban un puñado de gusanos. A todos sacó el Pitufo de
las entrañas de la tierra. Voló tejas y sopló nichos derribando cajas y
bolsas de El Corte Inglés con huesos de difuntos antiguos. El cementerio
quedó sembrado de esqueletos enjoyados, con mandíbulas atadas con un
pañuelo, vestidos con traje, en pijama, envueltos en sábanas, con y sin
harapos, amarillos, blancos, cenicientos. Un desparrame de muertos.
Cuando todo se calmó, vinieron los vivos para certificar el sacrilegio
del Pitufo, y entonces fue cuando descubrieron el secreto de Mariavi.
Dos costillas flotantes de menos y entre las que quedaban, dos prótesis
de silicona que aún temblaban del susto, unos hilos de oro debajo de las
fosas nasales y unas fundas protegiendo cada diente.
¡Qué bueno, Lola!
ResponderEliminarMe parece fantástica la carga de ironía del relato, esa sensación de venganza placentera al descubrir un secreto que explica lo inexplicable.
Un abrazo.
De un arranque casi macabro, haces avanzar el relato de forma trepidante por medio de un recuento de daños, para concluir inesperadamente en esa revelación desenfadada. Más que un micro, me pareció un tobogán.
ResponderEliminarAbrazos, Lola
Ni a la tumba se pueden llevar los secretos. Joder con el Pitufo.
ResponderEliminarBesos.
Nadie está a salvo de que le levanten un secreto, Pedro.
ResponderEliminarEspero que al tirarte sintieras algo de cosquillas, Gemma.
Chiquito pero matón ese Pitufo, Juan.
Triple de besos.
No puede ser más simpático, para leer y disfrutar de nuevo... en un rato.
ResponderEliminarEntonces eso de "se llvó su secreto a la tumba" es un dicho sin fundamento, jaja, porque en cualquier momento viene un Pitufo y lo destapa.
ResponderEliminarDivertido pero con inquietantes imágenes, no sé si me hubiera gustado ver el espectáculo.
Un abrazo Lola.
Un micro para echar unas risas, Luisa.
ResponderEliminarDantesco, seguro. A pleno día todavía se podría haber echado una ojeada, Yashira.
Doble de besos.
O sea, que si me voy a la tumba tan estupenda como ahora... ¿todavía puede que averigüéis en cómo lo hago? Pues que sepáis todos que yo quiero incineración ;-)
ResponderEliminarLola, estupendísimo como siempre, a mí me sorprende -no sólo en este micro- cómo enlazas drama y humor, para mí es un registro dificilísimo y me deja con la boca abierta. Un gusto, guapa
Qué bestia, Lola.
ResponderEliminarMe parece una historia marca de la casa, en la que la propia vorágine de la vida desdramatiza y ridiculiza a la muerte. O viceversa.
Abrazos, besos.
La incineración contamina mucho. En cambio tu body abonará la tierra. Y de paso da la opción a enterarnos del porqué de esa piel de terciopelo, Rocío.
ResponderEliminarAcabo de ver la película Amor de Jean-Louis Trintignant, un drama que encoje el corazón y que te recomiendo que veas. Pues bien, en un momento de la película, la descripción de un entierro provoca la risa, Agus.
Abrazos a pares.
Eso debe ser la vida, empezar con un drama y acabar desternillado, doblado de la risa, cara a cara con la muerte (y el peso de la vida) y poderle hacer una pedorreta de las que hacen historia.
ResponderEliminarMe encantó cómo doblaste la secuencia. Me preocupa el tío Antón.
Apuesto a que una de sus manos esqueléticas fue encontrada sobre una de las prótesis de Marivi.
Abrazos
Hola, Lola, veo que no pierdes el tiempo...
ResponderEliminarUn abrazo.
El Pitufo esparce un horror que retratás de maravillas. La sonrisa que se abra paso a través del camino de espantos se agradece.
ResponderEliminarUn fuerte abrazos, Lola
El avance del Pitufo avanzando implacablemente entre lápidas y las bolsas de El Corte Inglés llenas de huesos (qué apañaícos, mira) me parecen dos imágenes impagables.
ResponderEliminarAbrazos
El juego de la vida, Xesc:drama y comedia.
ResponderEliminarEl tiempo siempre me está pisando los talones, Delia.
Si te he hecho sonreír, Patricia, me doy por satisfecha.
Susana, lo de las bolsas de El Corte Inglés lo he visto yo con estos ojitos que se han de comer los gusanos.
Abrazos a repartir.
Bolsas del Corte Inglés llenas de huesos, pero bueno, el sacrosanto templo del consumo desenfrenado mancillado de esta forma. Pero mira que eres cruel.
ResponderEliminarSí, una pena. Creo que los de El Cortijo van a demandar a los muertos.
ResponderEliminarMil abrazos, Araceli.
Gracias y otro abrazo grande.
ResponderEliminarJajaja, qué bueno, Lola. Vaya con el Pitufo y vaya con la Mariavi... Hala, se acabó la intriga!
ResponderEliminarAbrazos,
No todos los huracanes iban a tener nombre de mujer, Miguel Ángel. Y no todos iban sólo a devastar, algunos también descubren secretos.
ResponderEliminarAbrazos con brisa de mar.