El último bufido del autobús me deja en el desamparo de una mañana aún
sin abrirse a la luz. Respiro hondo. Suelto aire. Respiro hondo. Suelto
aire. No lo pienses, me animo. Y comienzo a subir las escaleras. Arriba,
arriba, elevando mi metro cincuenta y seis de la seguridad del ras de
suelo. Miro al frente. Un pasillo estrecho, bordeado por una barandilla
que me llega a la altura del pecho. No lo pienses, repito. Un paso,
luego otro y cruzaré el puente enseguida. Aferrada al metal hollinado.
Si no viera, tal vez sería más fácil. Hacia adelante. Un tramo pequeño y
me encuentro suspendida sobre las luces que van y vienen por la
carretera. Entonces miro hacia arriba. Pomos de estaño que abren la
puerta de mi memoria. Esa es la estrella polar, señalaba mi hermana en
las noches de verano, las dos sentadas en el umbral de nuestra casa. Y
en esa de allí vive ahora la abuela. Yo tragaba saliva. Todo giraba
alrededor. La agarraba fuerte de la mano y ella me llamaba miedica.
Vuelvo a mirar al frente. Dejo atrás el vacío bajo mis pies. Sonrío. En
el cielo brilla el lucero del alba.
Preciosa historia nos has dejado Lola, me gusta mucho, deja un sabor de ternura con los recuerdos, dentro de esa angustia que se nota en esas frases cortas, como si faltara la respiración.
ResponderEliminarUn abrazo desde mi mar,
Conozco bien lo que es pasar por esa situación (lo mío es sostener el avión por los brazos del asiento), pero no sería capaz de describir tan bien lo que se siente en esos momentos, de la forma como lo haces tú.
ResponderEliminarBesos con los pies en el suelo.
Sí, coincido con Juan en destacar la construcción psicológica de ese instante. También, el manejo de la elipsis para señalar de forma sutil la historia pasada. Y la gestión de los tiempos. Emociona.
ResponderEliminarAbrazos, besos.
Qué bien esculpes los momentos de debilidad, maestra. Y los lazos afectivos.
ResponderEliminarFuerte abrazo
Sí, yo también sé lo que es el vértigo y me siento identificada con ese retrato psicológico.
ResponderEliminarMe ha puesto los pelos de punta
Besos lluviosos
La ternura y la dureza de la vida, Yashira, van unidas de la mano.
ResponderEliminarEs que tú, Juan, le das mucho a la cabeza y empiezas a pensar en cómo será que este chisme se mantenga en el aire, con lo que pesa, y así lo pasa mal cualquiera.
A mí también me emociona y me da tembleque, Agus, cada vez que tengo que cruzar el dichoso puente.
La debilidad y la fuerza, Susana, también van de la mano.
Los pelos de punta y los dedos como garfios agarrados a la barandilla, Elena.
Abrazos a repartir.
Es de los pocos, que por falta de tiempo, me leí allí. No recuerdo si te lo comenté, pero es seguro que no me lo perdí.
ResponderEliminarEs otra de esas historias tan reales que parecen siempre fruto de tu memoria más que de tu imaginación.
Otro más.
Jo Lola,
ResponderEliminarEsta noche se lo enseño a mi marido, que también lleva el avión bien sujeto durante todo el trayecto y mira hacia arriba en los balcones.
Cada vez escribes mejor, guapa... "Pomos de estaño" te la robo sin piedad :-) (no la voy a usar pero me la quedo para siempre).
Muchos besos
Otra víctima del vértigo, tu pobre marido. Dale un beso solidario contra el mareo, de mi parte.
ResponderEliminarPuedes quedarte con lo que quieras, Rocío, guapa.
Besos, tantos como estrellas.
Un retrato realista: eso has conseguido, así lo he leído, totalmente metido en lo que cuentas.
ResponderEliminarUn beso.
¡Cuánta intensidad, Lola! ¡Qué forma tan brillante de construir un personaje sólo desde dentro, a la que le adivinamos el género por un mínimo matiz! ¡Cuánto cuentas sin escribir!
ResponderEliminarBrillante, sencillamente brillante.
Un abrazo
Esos puentes dan vértigo, pero el miedo a las alturas se supera mirando las estrellas, o eso dice mi hermano, que es marino y sabe guiarse por el mar a través de ellas. Besos.
ResponderEliminarEl punto de partida, o inspiración, Miguel Ángel, es real.
ResponderEliminarAsí es, Carlos, real como la vida misma.
Son las estrellas las que brillan, Pedro, pero gracias por ver algo de brillo en el relato.
Espero que así sea, Manu, de momento las paso canutas.
Abrazos a repartir.
Me siento muy identificada con este precioso relato. Espero que tengas mucha suerte.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Parece que somos muchos los que sufrimos el mal del vértigo. Bienvenida al club, casa encendida.
ResponderEliminarAbrazos agradecidos.
Ya no lo sufro, Lola, el vértigo, pero no he podido evitar recordarlo mientras leía tu micro, ¡¡uff!! esas frases cortas hacen vivir esa sensación.
ResponderEliminarMuy bueno.
Besitos
Suertuda que eres, Elysa.
ResponderEliminarAbrazos, muchos.