El ruido venía del sótano. Bajó la escalera y cuando se adaptó a la penumbra, vio los pies descalzos correr detrás de su vieja pelota. El niño se detuvo y se quedó mirándola con los ojos muy abiertos. De las sombras, salieron varios adultos a la escasa luz que entraba por las rendijas de la puerta. Se miraron todos en silencio durante unos segundos. De arriba llegó la voz preguntando si pasaba algo. Ella subió la escalera y dijo: “Ratas”. Esperó a que el agente inmobiliario tomara medidas y tasara la vivienda, para comunicarle que había cambiado de idea.
Joder Lola tenía en mente algo así, pero tú los has escrito ya tan bien que ni me molesto.
ResponderEliminarGracias!!
Me voy ahora mismo al campo huyendo de procesiones disculpadme los que publicáis micros indignados que no me pase por todos los blogs a comentaros los micros, el domingo vuelvo.
Abrazos
Estamos rodeados de ratas, Lola, qué pena.
ResponderEliminarSigamos indignadas hasta que desaparezcan ¿será eso posible?
Abrazos esperanzados
Siempre está la visión personal, y tú, Rosana, tienes una muy buena.
ResponderEliminarSi nos lo proponemos seguro que sí, Anita.
Abrazos solidarios.
Este relato me produce problemas de comprensión. El desván está arriba, y ella baja escaleras. Lo que está claro es que encuentra personas indigentes habitando el desván. No me queda claro si ella quiere comprar o vender la casa, con lo que cambia el sentido del relato. Uff, problema mío, seguro.
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ResponderEliminarMira, para que no te cree más problemas de comprensión, he cambiado la palabra. Por otro lado, es fantástico que, según tú, tenga diferentes lecturas. Quiere decir que he dejado la puerta abierta para que cada uno haga su propia lectura.
ResponderEliminarPar de abrazos.
Un relato en escalera de caracol y a media luz, donde las cosas quedan dichas y bien dichas... Un saludo Dominique
ResponderEliminarMuchísimas gracias por esas cosas bien dichas, Dominique.
ResponderEliminarAbrazos a pares.
¡Jo, Lola! es una imagen que pone los pelos de punta. Me da miedo y rabia que esas "ratas" puedan estar ya en muchos sotanos. Tenemos que seguir para evitar esas situaciones.
ResponderEliminarComo siempre, escribes sin anestesia, como debe ser.
Besitos
Son los okupas, Elysa. Es intolerable que haya casas vacías mientras hay personas sin techo.
ResponderEliminarTriple de abrazos.
Vaya micro! Buf! y sí, por desgracia, ya hay personas que viven agazapadas como fugitivos, de hipotecas y banqueros. La ficción pronto nos superará si esto no cambia.
ResponderEliminarGracias, Lola, por contarlo tan bien.
Gracias por participar,
ResponderEliminarInquietante relato el tuyo.
Te esperamos en la última jornada.
Nos vemos en la alambrada.
Armados con alicates de corte, Miguel.
ResponderEliminarAbrazos solidarios.
Pronto serán, seremos, un ejército, Carmen.
ResponderEliminarPar de abrazos.
Es muy similar al final de un cuento de Carlos Fuentes en "Constancia y otros relatos para vírgenes". El relato de Constancia, "es un relato que parece sacado de un libro de E. A. Poe: el norteamericano Whitby Hull se ha casado con una misteriosa mujer española, Constancia, la que opta por vivir encerrada en su casa y teniendo como único contacto humano a su esposo. Un día Constancia desaparece misteriosamente y Hull descubre que estuvo casado con un espíritu, pues su esposa había muerto en España muchos años antes. Las páginas finales del relato tratan de explicar estos sucesos: Constancia fue una de las muchas personas perseguidas por razones políticas durante la guerra civil española. Intentó emigrar a América, pero sólo lo logró después de muerta". Cuando Hull regresa a su casa, escucha ruidos en el sótano de su casa, y se encuentra con unos personajes que también eran perseguidos en esos momentos: salvadoreños que huían de la represión dictatorial.
ResponderEliminarAlgo muy en común parece que se cierra en estos círculos de indignación: la capacidad de unos pocos, sea de facto o legitimados, para destrozarnos a todos los humanos de a pier.
Un abrazo indignado, Lola :-)
Muchísimas gracias, José Luis, por este excelente cuento que me has relatado de Carlos Fuentes.
ResponderEliminarAbrazos, muchos.