Tomada de la red. |
La vieja me echó a empellones cuando intenté entrar. Volví armada, y sin mediar palabra, le di con el bolso. Cayó de espaldas sobre una olla hirviendo. El jovenzuelo que había en el patio de farolillos también intentó detenerme y probó la contundencia del ladrillo en sus dientes. Del fondo, venían los ladridos del cautiverio. Abrí la puerta y varios perros salieron disparados hacia la calle. Volví a casa con Tinín. Estaba pensando en prepararle a mi marido, el muy tacaño, siempre llevándome a restaurantes chinos, una cena inolvidable, pero su gata Sopitas corrió a esconderse debajo de la cama.
Un poco de su propia medicina digamos... Yo diría que mejor busquen una terapia de pareja o van a tener problemas con la sociedad protectora de animales... ;-)
ResponderEliminarGracias por la sonrisa.
Un abrazo.
Genial el quiebro final. Me has pillado. Me encanta el personaje. Me la he imaginado como una heroína de las de cada día. Y al final, con can o sin can, una historia loca de amor.
ResponderEliminarAbrazos, besos.
Sí, Juan, a falta de hijos, la cosa se pone fea para los animales que son los que están en medio.
ResponderEliminarCon bata guateada y rulos en la cabeza, Agus.
Abrazos al cubo.
Tenés que pasarme el nombre de esta señora, debo declinar cualquier invitación a comer a su casa, jajajja.
ResponderEliminarAy, Sopitas, qué mal futuro te veo...
Un abrazo en ayunas, Lola
Yo creo que ese menú se lo tiene reservado al marido, Patricia.
ResponderEliminarAbrazos precomida.
¡Que bueno! Aún sonrío mientros tecleo esto, Lola.
ResponderEliminarMe sorprende que -con tanta contundencia como con la que se mueve- esta señora aún tenga marido.
Un abrazo,
jaja la gatita se las vio venir, quizá no fuera la primera vez que lo intentaba... veo a la gatita saltando por la ventana en cuanto pueda.. jaja
ResponderEliminarUn saludo indio
Mitakuye oyasin
Bueno, siempre es mejor que no te den gato por liebre pero también es cierto que es mejor gato que perro.
ResponderEliminarExtraordinario entrar en un restaurante con un ladrillo. Eso es lo que yo llamo tropezar de morros con la crisis del ladrillo.
Gran final que trasciende la propia historia
Abrazos perrunos
Buen día para una feliz sonrisa que me ha entrado al leer tu texto. ¡Con qué salero lo has contado!.
ResponderEliminarEstoy con Juan, y lo de terapia de "pareja" ..ja,ja,ja
Gracias Lola.
Con ese nombre, la gata solo tiene destino de olla :)
ResponderEliminarLamentablemente, en ciertos restaurantes, también podemos encontrar al ratón Mickey, la cucaracha de Kafka y demás bichos famosos...
Divertido y original micro.
¡Un saludo, Lola!
Pedro, el marido no sabe ni palabra de lo que planea, me temo.
ResponderEliminarLos gatos huelen el peligro, Indio.
Xesc, la señora era de armas tomar.
Esos dos se lo pasan bien así, les da vidilla, Laura.
Sopa de gata, no se me había ocurrido, Sergio.
Abrazos a repartir.
Muy divertido, Lola. Le recomendaria a la gata que se esconda bien.
ResponderEliminarBesitos