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Lo llaman hospital aunque en realidad se trata de un depósito de cadáveres que andan, comen y duermen. No hay cura posible. Al menos no han dado con ella de momento. Ha crecido tanto y en tan breve espacio de tiempo, que tiene las dimensiones de una ciudad.
Le encargaron de la investigación hace ya un año y se ha convertido en algo personal. No descansa. Día y noche tras la última pista del ladrón. Un tipo escurridizo, que siembra el pánico en el país, con un poder infinito al almacenar memorias de sabios, doctores, políticos... que nadie sabe cómo utilizará. El comisario ha conocido de cerca sus efectos devastadores. Ha perdido a su esposa. Al hijo lo mandó lejos pero no está seguro de que no dé con él. Porque lo ha prometido. Ha prometido dejar las cabezas huecas de aquellos a los que el comisario ama. Y todo porque una vez, sólo una vez, consiguió arrebatarle su presa cuando se pegó tanto a la chica en la fila de un cine que levantó las sospechas del inspector. Se acercó con la intención de pedirle la documentación, pero el ladrón huyó y sólo lo vio de espalda.
El comisario ha vuelto a su despacho, después de visitar el Centro. Aunque hay un enorme agujero, como de fotografía quemándose, y no sabe dónde ni en qué momento, aún recuerda el pelo levantado en su nuca, la boca abierta que sorprendió al girarse demasiado tarde, aspirando cada uno de los recuerdos que conforman su vida. Ahora sabe quién es, lo conoce, y debe buscar cuanto antes el bloc de notas, su estilográfica, y dejarlo escrito antes de que ese último jirón se escape como humo por el gran sumidero que el enemigo ha dejado en su cabeza.
El comisario ha vuelto a su despacho, después de visitar el Centro. Aunque hay un enorme agujero, como de fotografía quemándose, y no sabe dónde ni en qué momento, aún recuerda el pelo levantado en su nuca, la boca abierta que sorprendió al girarse demasiado tarde, aspirando cada uno de los recuerdos que conforman su vida. Ahora sabe quién es, lo conoce, y debe buscar cuanto antes el bloc de notas, su estilográfica, y dejarlo escrito antes de que ese último jirón se escape como humo por el gran sumidero que el enemigo ha dejado en su cabeza.
Espeluznante la alegoría que planteas. Una vez leí que una de cada dos personas sufrirían demencia senil o alzheimer. El escenario que dibujas con maestría me recuerda el horror que sentí ante tal afirmación. Espero que no sea así, que den pronto con el remedio. Un texto brutal Lola, literatura en mayúsculas.
ResponderEliminarAbrazos, besos.
¡uf¡ Lola me ha resultado terrible la lectura. cuando te pones realista haces unos retratos maravillosos.
ResponderEliminarMuchos abrazos
El título y el primer párrafo me hacen pensar en el alzhéimer. Aparece el inspector y me llama la atención que solo almacene memorias de sabios, doctores, políticos, nada de personas corrientes. Sospecho. Amenazas al inspector. Al final el comisario es atrapado. Me gusta la imagen de fotografía quemándose. Aunque me gusta el relato (personalización de una enfermedad), el último párrafo le leo enrevesado, ese desde "aunque...vida". Interpreto que si visita al hospital no fue como profesional, si no como paciente. Es lo que hay. Nos leemos.
ResponderEliminarFormidable relato, Lola. Y por si fuera poco, la poesía y profundidad de la última frase estremecen.
ResponderEliminarDesconocía el porcentaje escalofriante que cita Agus. Este delincuente que se lleva la mente de los que amamos (y quizá algún día la nuestra)quizá sea el enemigo más cruel que podamos enfrentar.
Un abrazo admirado
Me deslumbra la lógica interna de este relato. Nos sitúas en ella de inmediato, en las primeras líneas. Es un círculo deshumanizado, inquietante y enfermizo, donde la ficción y la realidad se tocan. La desaparición final de la memoria es de vértigo.
ResponderEliminarAbrazos.
Da miedo Lola, el saber que perderás tus recuerdos, a los que quieres, tu vida. Y que serás poco más que un vegetal, con un gran agujero negro por cabeza.
ResponderEliminarFantástico relato. solo puedo aplaudir. Plas,plas, plas...
Besos desde el aire
Si, realmente sería terrorífico un ser humano capaz de repartir el robo de memorias como le plazca; ya el argumento y el ambiente que lo contiene son materia de genialidad. Pero a mí lo que más me gusta es la forma en la cual está escrito este texto... es un modo de poesía,,,
ResponderEliminarDicen que para muestra sólo hace falta un botón: "Antes de que este último jirón se escape como humo por el gran sumidero que el enemigo ha dejado en su cabeza"
Excepcional, un fuerte abrazo.
Por motivos varios, me resulta inquietante tu relato. Parece literatura negra, pero intuyo que es mucho más.
ResponderEliminarUn abrazo.
Lo leí en la página web. Y lo voté. No hubiera acertado que era tuyo ni en mil vidas, pero me gustó mucho, mucho.
ResponderEliminarAbrazos admirados
Un gran acierto lo de llamar a esa maldita y devastadora enfermedad: Ladrón de memorias.
ResponderEliminarEl texto es una de tus genialidades, Lola.
Aplausos.
Un abrazo admirado.
Un texto terrible para una realidad que lo es.
ResponderEliminarUn beso cargado de memoria (de momento), Luisa
Buf, Lola, conoces tan bien la psicología humana que eres capaz de ensartar un texto en el alma. Punzante este texto, como si doliera. Bravo.
ResponderEliminarMayúsculos son siempre tus comentarios, Agus.
ResponderEliminarMe alegro de que te haya resultado terrible la lectura, Elena, de eso se trataba.
Gracias por comentar, Ximens.
Uno de ellos, al menos, Patricia. Hay por ahí un par más que son de agárrate y no te menees.
Lo has descrito genial en dos palabras: ficción y realidad, Susana, con esa capacidad que tienes para hilar fino.
Esperemos que no, Rosa, que tengamos la enorme suerte de librarnos.
"Repartir el robo de memorias", otro puntazo, Juan. Lo has captado a la perfección.
Si te inquieta, Carlos, ya es un logro para mí.
Muchas gracias por el voto, Xesc. Me alegro de que no te llevara el reconocimiento de la autoría.
Mejor que nos roben el dinero, MJ, un millón de veces mejor.
Seguimos cargándonos las pilas de la memoria, Luisa. Aún estamos en el camino.
Ensartar un texto en el alma. Punzante como si doliera. ¡Qué buenísimas frases, Maite!
Abrazos y besos a repartir.
Tal y como lo cuentas, entre ficción y realidad, es estremecedor este ladrón. Es una maravilla como lo cuentas sin nombrarlo.
ResponderEliminarBesitos
Los ladrones de memorias y de mentes son como los malos del oeste, previsibles, quizá así podamos acabar con ellos, esperándolos en la barra del saloon. Estremecedor. Un abrazo.
ResponderEliminarAl paso que vamos, Elysa, cuando no tengan nada más material que robarnos, empezarán con lo inmaterial.
ResponderEliminarUna buena imagen, Manu. Me apunto a pistolera con duelo al sol.
Abrazos a pares.
Acojonante, Lola. Me ha hecho pensar en esta enfermedad de una manera muy diferente a lo acostumbrado. Te diré que me cansan los relatos sobre el alzheimer (y este me lo ha parecido más allá de la ficción) pero este me parece acojonante, sutil.
ResponderEliminarPues eso, eres la leche
Abrazazos
Sí, Anita, a mí me tiene también muy harta el tema alzheimer, que ya cansa de tanto repetirlo. Pero, como bien dices, este da una vuelta de tuerca más allá de la enfermedad.
ResponderEliminarAbrazos, muchos.
Yo como Ana opino que el puntazo de este texto es que no trate el tema de forma manida, hasta el `punto de que yo al principio me he ido por lo fantástico y no descarto que hayas querido darle varios sentidos.
ResponderEliminarVoy a mirar de qué concurso se trata que no me entero de ná últimamente.
Besicos
Era el de Inspiraciencia, Ro. Y, como siempre, andas en el camino con ese olfato que te ha dado la naturaleza.
ResponderEliminarAbrazos a pares y nones.
Buf! lo del sumidero mental me ha dejado echa polvo. Has logrado una perspectiva vacia y cruel como la enfermedad misma.
ResponderEliminarSaludos desde Tenerife.
http://gofioconmiel.blogspot.com.es/
Resulta complicado tocar el tema del Alzheimer en un microrrelato sin que resulte manido, o recurrente. Sin embargo este relato lo consigue, y quizá su mérito consista en que puede ser leído dejando la alegoría a un lado, como una entidad original e independiente.
ResponderEliminarMuaks!
Sí, Gloria, es una imagen bastante dura.
ResponderEliminarLo de entidad original e independiente ma ha llegado a los sesos memoriosos, Alberto.
Abrazos a pares.
Es un estilo que me ha chocado, Lola. No te lo conocía para nada. Y me gusta. Me gusta que hables del Alzhimer sin nombrarlo. Me gusta ese principio de cadáveres vivientes. Todo el relato, Lola, me produce dolor.
ResponderEliminarUn abrazo.
El dolor es compañero de vida. Aspiramos a que sea intermitente y no muy punzante, Miguel Ángel.
ResponderEliminarAbrazos, mil.