Mi mamá saca el pañuelo del bolsillo del delantal. “Pobrecita”, dice mirando a la señora de la televisión, que está muy guapa con su boca pintada, su collar y su vestido azul. A mi mamá se le suelta un rulo del pelo cuando se suena la nariz. Meto un dedo en el agujero de su jersey y ella se vuelve a mirarme. Tiene una mancha morada en el ojo que no le para de llorar. “Pobrecita”, digo cuando la abrazo. Yo también, llorando.
Apenas dos gestos para contar toda una historia. Dos gestos que son dos miradas que miran lo que es mentira para luego convertirse en verdad. En un reflejo de verdad que duele y emociona. La madre se llora a si misma en la tele y la hija en la madre. Buf,buf. Me encantó, Lola. En el fondo y en esa forma tal original que le diste. Sigo aprendiendo.
ResponderEliminarAbrazos, besos y buen finde.
Tienes la capacidad de entrar en la profundidad de mis micros,Agus. Siempre tan certero, siempre.
ResponderEliminarGracias.
Buen finde.
Puñado de besos.
A veces no hace falta ver culebrones en la tele, la vida de muchas personas ya lo son.
ResponderEliminarAgus es tremendo, sus comentarios me sorprenden y siempre suele ser el primero.
Un saludo indio
La realidad supera la ficción, Indio. Y sí, Agus es un crack.
ResponderEliminarBesos, dobles.
Ah qué terrble! Apenas un instante en esas dos vidas y conocemos su drama. Una novela de pocas líneas.
ResponderEliminarExtrordinario Lola!!!
Gracias, Patricia. A veces sólo unas pinceladas son suficientes.
ResponderEliminarBesos a pares.
¿Para qué gastar en palabras si se puede decir en dos? Aunque no hay mucha gente que lo hace como tú, esto es un hecho.
ResponderEliminarUn beso.
Gracias, mil, Luisa. En pocas palabras me has dicho mucho.
ResponderEliminarBesos a pares.
Muy lindo y muy triste.
ResponderEliminarGracias, Carlos.
ResponderEliminarAbrazos de bienvenida.
Muy bueno, Lola. La superación de la frontera ficción/realidad en el argumento del micro sirve para unir (y fundir) al texto y al lector. Me apunto el descubrimiento.
ResponderEliminarAbrazos (hoy) insulsos,
PABLO GONZ
Muy buena la fundición, Pablo. Te lo apunto.
ResponderEliminarBesos con mucha sal.
Es la única manera que les queda para poder escapar. Me quedo con el agujero del jersey y con la empatía entre los personajes.
ResponderEliminarBuen finde.
Gracias, Agustín. Yo me quedo con tu mirada en el agujero del jersey y en la empatía.
ResponderEliminarUnos cuantos abrazos para que duren el finde.
Casi también se me escaparon a mí las lágrimas al leer el relato, puede que vea parte de mi reflejo en él, creo que podríamos hacer un efecto dominó. Sentimiento en cada fonema de tu grandioso texto. Besos
ResponderEliminarLa madre llora la desgracia de la mujer de ficción: una señora guapa, probablemente rica y elegante..., que no merece ser desventurada. Quizá ella no es consciente de la suya propia. Tal vez considera que su vida es la normal, la que corresponde a una mujer como ella: ajada, pobre, inculta... Puede que piense que merece las vejaciones de su marido. ¡Y eso sería terrible!
ResponderEliminarLa hija llora la desdicha de la madre,posiblemente conocedora de la injusticia de la cruda realidad.
Excelente relato, me ha gustado mucho.
Un abrazo
Lola, es un contraste brutal y al mismo tiempo tierno con ese abrazo final. Saludillos
ResponderEliminarGrandioso tu comentario, Maite.
ResponderEliminarExcelente análisis, Nenúfar.
Constato que te gustó el contraste, Puck.
Besos agradecidos a repartir.
Precioso Lola.
ResponderEliminarNi más ni menos. Qué dulce el abrazo de la pequeña, que entiende más allá que la mamá.
Extraordinaria forma de narrarlo y me encantó el foco de atención en el agujero del jersey.
Felicidades Lola, no dejas de sorprendernos,
besos,
Gracias, Rocío, por focalizar tu atención hoy en mi blog.
ResponderEliminarBesos de finde.
Yo lloro... nos deberíamos convencer de que no es malo.
ResponderEliminarSaludos y un abrazo.a
Hola Lola,
ResponderEliminarAcá estoy intentando ponerme al día con las lecturas después de este mes de ausencia por las vacaciones. Leí todo lo que publicaste en enero. Me han gustado especialmente Alborozo, Juancho, Miedo (te felicito por el logro), Nada y sobre todo Brotes. ¡Ay! Cómo me gusta cuando escribís tus relatos sueltos.
Un abrazo y seguimos.
Pues como es habitual en ti, la bala en el ojo, o al revés.
ResponderEliminarMuy bueno, explícito. Y no hace falta añadir nada más.
'cuántas pobrecitas hay así en el mundo.
Un beso
LLorar es de hombres, Antonio, como tú bien debes de saber.
ResponderEliminarBien hallada, Mónica, ya te echaba de menos por aquí.
Más de las que creemos, ocultas tras el miedo y, a veces, la vergüenza.
Triples besos para los tres.
Lola, que impactante micro. Pobrectia, digo también.
ResponderEliminarMe retiro luego de una bien merecida reverencia.
Abrazos.
Hola Edgar. Víctimas que tienen que echarle mucho coraje a la vida.
ResponderEliminarAbrazos de finde.
¿Lo que no somos capaces de llorar en la vida lo lloraremos con un culebrón?
ResponderEliminarCreo que has dado en el clavo, Manuel, los culebrones sirven como desahogo. Gracias por pasarte.
ResponderEliminarBesos de finde apurándose.
Historia que cuenta como las personas, a veces, son más conscientes de los problemas ajenos que de los suyos.
ResponderEliminarBello, Lola.
Un beso.
Con la distancia se ve con lucidez. Gracias, Tor.
ResponderEliminarBesos nocturnos.
Es como esas imágenes que se contienen a sí mismas dentro, como una escalera de caracol, si la niña tuviera una muñeca, también la muñeca lloraría a la niña... es genial, Lola
ResponderEliminarUn abrazo
Me gusta el símil con la escalera de caracol, Anita. Gracias.
ResponderEliminarBesos mañaneros.
Y lo peor es que no sabemos si la desgraciada protagonista empatiza con esa otra vida o la sueña. Tremendo, Lola.
ResponderEliminar¡Quién lo sabe!
ResponderEliminarPar de abrazos.