Tomada de la red.
Como abogada, asesoro a familias
desfavorecidas para que, al renovar sus contratos de alquiler, consigan un
precio asequible a sus escasos medios económicos, pero también existen otras
alternativas para canalizar mi energía al servicio de los más vulnerables.
Una vez al mes me doy
una vuelta por el barrio donde las ratas campan a su libre albedrío, hay cortes
continuos de luz y agua corriente y las calles se convierten en un barrizal
cuando llueve. Deambulo entre las chabolas con la mochila abierta y los
bocadillos mostrando su envoltura plateada. Uno tras otro se los van llevando
las manos infantiles hambrientas de pan y abrigo. Cuando la noche cae en el
desierto de oscuridad, es hora de regresar. A veces sin nada. Otras, escucho la
voz que me llama mamá. Una mano pequeña se agarra a la mía de manera natural y
no se suelta hasta que llegamos a casa.
Qué tierno. Ojalá alguna persona insensible le llegara.
ResponderEliminarGracias, chacha.
ResponderEliminarBesazo enorme.
Una ternura que emociona y traspasa las palabras, deseando que el relato se transforme en una realidad.
ResponderEliminarQue ningún ser humano pase por el abandono.
ResponderEliminarGracias, querida Cora.
Muy real, y tierno, ojalá algún lector del ala derecha, reflexione y........
ResponderEliminarEl ala derecha parece de corcho, pero bueno, siempre queda una rendija de esperanza.
ResponderEliminarUn abrazo.