Ameyatzin apapacha
a Nelli entre sus brazos. La consuela en lengua náhuatl mientras acerca su
cabecita al pecho materno. La niña busca con su boquita de hambre la mora de
donde mana la leche. La madre la mira, la dirige, la ayuda. ¡Es tan pequeña!
Piel, con piel. Piel oscura que da calor, que acoge. Bálsamo y terciopelo para
la piel delicada de bebé. Ameyatzin ama a su hija. Acaricia su frente perlada
de sudor. Lejos queda aquel pálpito extraño, aquel rencor que a punto estuvo de
acabar con su vida. Aquel mal deseo de que su alma viajara a la casa del sol.
No quiere ir a ningún lado que no sea con Nelli, su niña blanquita porque Chiconahui
bendijo el mestizaje. Succiona su bebé cada vez con menos gana. Ahíta y
reposada. Escurre la mano que tocaba el pecho, aletean sus párpados como hojas
tiernas. Ameyatzin la arrulla con su
canción de cuna. Respira acompasada la carne de su carne, la sangre de su
sangre. Cierra sus ojitos, se va durmiendo.
Ayyy chacha, cuánta ternura y amor.
ResponderEliminarTe apapacho, chacha.
ResponderEliminarCuanto me llega?
ResponderEliminarUn abrazo inmenso querida Cora.
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