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| Tomada de la red. |
El río inquietaba a las madres y nos gustaba a las
hijas. Burlamos la vigilancia. Chicas y chicos, entre juncos, chapoteos y
risas, nos dimos nuestros primeros besos con sabor a tortilla de patata y
gaseosa. Caía la noche y me quedé con mi novio, rezagada. Se me olvidó cómo
llegar e improvisé el camino de vuelta a casa. Pero me perdí. Después nacería
mi hija Laura.
Para escuchar el microrrelato clicad aquí. Minuto 5:34.
No hay nada mejor que saltarse una prohibición. Enhorabuena.
ResponderEliminarSí, dependiendo de las consecuencias.
EliminarBesos, mil.
Así de conciso, como el énfasis de una admiracion. Sin moraleja: para que cada cual saque.os nuestras conclusiones de a donde pueden llevarnos las prohibiciones... sin asterisco que explique las consecuencias. Asi lo leo yo, que te sigo.
ResponderEliminarEnhorabuena. No pares.
Así es. Cada cual sacará sus conclusiones.
ResponderEliminarUn abrazo grande querida Cora.
Es magistral Lola. Felicidades.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Lo prohibido genera atracción; no se pueden poner puertas al campo. Felicidades.
ResponderEliminarUn abrazo.
Mil gracias, Nina.
ResponderEliminarAgradecida de tu paso por mi blog, José Antonio.
Un abrazo grande para los dos.