Tomada de la red |
La mejor. Como tú,
ninguna. Y mira las manos, pequeñas y delicadas. Una caricia cuando pasas la
toallita por el culito de nuestro bebé. Dejas unas gotas de leche del biberón
sobre tu muñeca y la finura de tu piel sabe cuál es la temperatura adecuada
para la boquita que espera como un polluelo a que su mamá lo alimente. Utilizas
la cadencia adecuada con la que debes darle golpecitos en la espalda para que
expulse los gases. Mueves su cuna siguiendo el ritmo de la nana que le cantas
para que se duerma. Tus manos, Graciela, tus manos. No hay otras que huelan, ni
tranquilicen igual a nuestro hijo. Eres imprescindible. Lo sabes de sobra, las
mamás tenéis ese talento. Sin embargo sigues vistiéndote con tus mejores ropas,
las que más te gustan. Escucha lo que te digo: Yo no lo haré igual que tú, no
estoy preparado para esto. Tengo las manos grandes. Soy torpe. No salgas esta
tarde. Ya tendrás tiempo de cine, o a donde sea que vayas a ir con tus amigas.
Cuando crezca un poco…¡No lo hagas! No me dejes con la palabra en la boca, ni
me des con la puerta… en las narices.
Deliciosa descripción. Lo he ido viendo todo, minuciosa y bella: puro chantaje emocional. Por un segundo he temido lo peor. Pero esta vez tu vuelta de tuerca me ha sabido a gloria.
ResponderEliminarOtra gota de esencia.
Enhorabuena
Mil gracias, querida Cora, por recoger esa gota.
ResponderEliminarAbrazos flojitos por la calor.
Me encantó, estaba con el alma en un puño pensando que pasaría algo distinto, pero ese final ha sido genial.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Muchas gracias Yashira.
ResponderEliminarUn abrazo flojito por la calor.