GOURMET
Hojeaba
en la librería restaurante una novela de Mankell, atento al menor intento de
fuga, cuando la cabeza rodó por el suelo. De un puntapié, Coral la estrelló
contra los anaqueles de libros de aventuras marinas. Cayeron en estrepitosa
desarmonía. A punto de ahogarnos, la rapidez de un empleado, recogiéndolo todo,
evitó la tragedia. Volvimos a lo nuestro en una calma chicha que enseguida
rompió la niña de la falda vaquera. Y todo por un príncipe sin encanto que huía
del zapato lanzado por la segundona del cuento. El guarda jurado movió su metro
noventa para restablecer el orden a golpe de porra y bofetadas. Luego ocurrió
lo de la abuela que curioseaba con la nariz metida entre fotografías de
rottweilers, bullterriers y dogos. No se pudo aprovechar nada.
Aquel
mediodía, el cliente despistado era un chico con un ojo oculto tras un
flequillo negrísimo y desfilado. Expectantes, lo vimos acercarse a la sección
de libros de terror. Casi lloramos de emoción cuando la sierra hizo su trabajo.
Olía de fábula
aquel asado. Y el sabor era exquisito. Lástima que Coral bajara la guardia con
aquel libro de ciénagas y cocodrilos; me habría gustado comer acompañado.
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Buenísimo, Lola!!! Merecido galardón!!!
ResponderEliminarFelicidades Lola. Gran micro, con todos los ingredientes que aseguran un buen producto.
ResponderEliminarMuchas gracias, Mónica. Un placer verte por aquí.
ResponderEliminarBesos a pares.
Me alegro de que te guste, Yolanda.
ResponderEliminarAbrazos, muchos.
ResponderEliminarLlego aquí por casualidad y me encuentro con un original relato y su premio bien merecido. Saludos.
Gracias, Mara, guapa.
ResponderEliminarUn abrazo grandote.
ResponderEliminarMe gustan mucho tus relatos. Sigue escribiendo.
Abrazos de verano.
Mil gracias, María Rojas. Seguiré dándole a la tecla.
ResponderEliminarUn abrazo fresquito.