No sabes cuánto lamento
no haberte valorado como merecías. Ahora lo veo claro. Demasiado tarde. Te
resentías a menudo por el maltrato, pero yo hacía caso omiso de tus
advertencias. Un chico arrogante y creído. Eso era yo. Cuando te lastimabas, me
mostraba impaciente e irritable. Has aguantado lo que has podido. Lo sé. De
nada sirve que te diga hoy cuánto te necesito. No puedes más. Me dejarás de la
mano del cirujano. Dicen que ahora hacen prótesis muy buenas para las rodillas.
Pero no será igual que contigo, mi querida y ya añorada rótula.
Bueno, si le dejan la rodilla arreglada, habrá merecido la pena.
ResponderEliminarAbrazos.
ResponderEliminarLas prótesis, por muy buenas que sean, nunca podrán superar a los originales. No obstante, es una fortuna que existan.
Me gusta este homenaje a esa rótula laboriosa.
Un abrazo, Lola.
Vamos entrando en edades en las que los huesos comienzan a quejarse, Nenúfar.
ResponderEliminarPar de abrazos.
Por unos segundo inquieta y al final me queda el arrepentimiento tardío de quien a mi me parecía muy joven y ahora.... no se yo. De todas formas, siempre nos quedarán ... las prótesis.
ResponderEliminarBesos!
Mientras la ciencia avance, podemos tolerar los reemplazos.
ResponderEliminarUn abrazo bestial, querida Cora.