Fotografía tomada de la red. |
Cielo celeste con
entreverado de nubes blancas. Mar azul profundo, quieto, salpicado de
luz. Barquitos de vela. Boyas salvavidas. Niños soñando castillos de
arena derruidos por olas mansas. Padres. Madres. Abuelos. Niños. Más
niños que saltan espumas marinas. Conversaciones y risas. Vendedores de
coco. Más niños. Más risas. Bolsas de patatas fritas. Chasquidos de
anillas. Latas de refresco y de cerveza.Helado de limón. Salto del
tiempo. Baño alborotado. Hora de comer. Hambre saciada.
Playa negra. Vuelo de buitres. Cuerpecito en la arena. Madre en lo
profundo. Nadie que lo acune. Besos de agua. Duerme niño, duerme. Nadie
lo despierta.
Nadie como tú para narrar este desgarrón en la retina ..., del alma.
ResponderEliminar«...este desgarrón en la retina ..., del alma».Mejor no se podría decir, Juan.
ResponderEliminarAbrazos solidarios.
Siempre encuentras las palabras ;)
ResponderEliminar¡Qué bonito lo que me has dicho, Armando!
ResponderEliminarUn abrazo bestial.
No puedo leerlo sin volver a mirar su figurita rota; tan desvalido, tan solo. Cuanto dolor ajeno podemos seguir aguantando, Lola, sin sucumbir a la culpa que nos toque. Claro que nosotros somos los habitantes de la primera playa. Tan acogedora. Tan mullida. Sin oscuridad, sin resaca.
ResponderEliminarGracias por recordarme mi parte. La incompartible.
Y eso hace que nuestro dolor sea tan efímero.
ResponderEliminarUn abrazo gordo, querida Cora.