“¿Quieres que te cuente el cuento de pan y pimiento y de rábano asado?”, me preguntaba mi abuelo. “Sí”, le contestaba yo. “No te digo ni que sí ni que no. Lo que te digo es que si quieres que te cuente el cuento de pan y pimiento y de rábano asado”, insistía. Entonces contestaba no y él repetía lo mismo hasta que me cansaba y me iba. Aquello no tenía ningún sentido para mí pero siempre le seguía el juego un rato. Mi abuelo vivía solo, con mis padres, mi hermano y yo, y era el único cuento que sabía.
En mi caso era: ¿Quieres que te cuente el cuento del gallo pelao?..., el resto continuaba igual.
ResponderEliminarY ¿sabes una cosa?, me3 has devuelto a los cinco años así de golpetazo!
Besicos muchos.
Hay muchas variantes, Casa. Me alegro de haberte devuelto a tus cinco años, la infancia hay que recuperarla aunque sea de cuando en cuando.
ResponderEliminarAbrazos sin cuento.
Lo recuerdo perfectamente, en otra versión, por supuesto. Recuerdo que yo me mosqueaba, que me mosqueaba porque mi abuela se reía de mí; en alguna ocasión quise devolverle la broma pero, no me digas como, no picó jamás.
ResponderEliminarTenían tablas, Luisa, y cuando se es niño, te las dan todas. Pero ¡qué genial poder disfrutar de los abuelos y sus cuentos!
ResponderEliminarAbrazos de principio a fin.
Sabía más, pero este era el único que le permitía sobrevivir...
ResponderEliminarYo también lo recuerdo, en alguna de sus versiones. Quizá sea ya el único que recuerdo.
Abrazos, siempre
Son los cuentos de toda la vida, Amando. ¡Cuánta magia había en ellos!
ResponderEliminarAbrazos de cuentista a cuentista.
Este es el cuento de nuncaacabar... y también una tierna forma de comunicarse, desde extremos opuestos de la vida.
ResponderEliminarAsí se llamaba, querida Cora. Y algunas personas desearían que no se acabara nunca para no sentirse solos viviendo con la familia.
ResponderEliminarBesos sin final.
Los cuentos eternos son los mejores.
ResponderEliminarUn beso.
Contaban historias sencillas con un lenguaje sencillo y mucho peso.
ResponderEliminarAbrazos agradecidos, Carlos.
Por mis pagos era así: ¿Quieres que te cuente el cuento de la buena pipa? Ah, aquellos preciosos tiempos inocentes...
ResponderEliminarUn fortísimo abrazo, Lola
Hay casi tantas variaciones del cuento, Patricia, como abuelos en el mundo.
ResponderEliminarAbrazos otoñales.