Tomada de la red. |
Desde que papá está en el paro, en casa dependen del rarito de la familia. Así me llamaban delante de los vecinos. Y ellos cuchicheaban, a sus espaldas, que yo era tonto de capirote. Todo porque prefiero la soledad, a los partidos de fútbol y las barbacoas en el jardín. Ahora yo traigo el sustento, no en vano me gustan los libros. No en balde me documenté bien sobre micología. Recojo russulas y las vendo por el barrio. De vez en cuando, pienso en meter una amanita phalloides en el lote, solo por ver si son tan listos como decían.
Me recordó, el tema setas, al brutal comienzo de un libro delicioso que he bebido como una buena copa: memorias de un tramposo.
ResponderEliminarMe gustaros tus setas.
Un abrazo.
Que peligro tiene el rencor, espero que no meta a la amanita y no tenga consecuencias gravos.
ResponderEliminarSaludos Lola.
Ay con las ideas del resentido...
ResponderEliminarPor eso hay que comprar todo en tiendas y bien empaquetado, jeje.
Un abrazo fuerte, Lola
Yo también soy de los que creo que en estos tiempos y con la que está cayendo, sólo nos saca de ésta la imaginación y la capacidad de innovar. Dos cualidades que brillan por su ausencia en nuestros dirigentes, y que se sustentan en el conocimiento y la cultura. Buena metáfora, Lola.
ResponderEliminarAbrazos, besos.
¡Jaja! El rarito hará muy bien en comprobar si los otros son tan listos... En mi tierra recoger setas es una fiebre de temporada, y más desde que dedican libros y programas televisivos a esta tradición. Yo distingo muy pocas, y me ha hecho gracia leer lo de la Manita, que en mi incultura resulta que es la única que me sé.
ResponderEliminarBesos alucinógenos
Beberé de esa fuente, Carlos, seguro que me gusta.
ResponderEliminarSe lo está pensando, Yashira.
A las tiendas, y más últimamente, también llegan setas de particulares, Mónica. No hay nada seguro hoy día.
Y muy buena tu captación, Agus.
Por aquí también hay fiebre, Susana. Yo me atrevo con los níscalos, no sea que...
Abrazos a repartir.
Hace tiempo que pienso que hemos entrado en una época en la que hay que confiar en los raritos, no nos queda otra. Está muy bien ilustrado en tu relato. Te ha salido un cuento otoñal pero muy fresco.
ResponderEliminarDe acuerdo contigo, Araceli. El montón tira para el redil.
ResponderEliminarAbrazos muy raros.
Qué peligro. Listos no sé, pero mortales lo iba comprobar enseguida.
ResponderEliminarYo las únicas setas que reconozco y que cojo con tranquilidad son los champiñones del Mercadona y similares.
Un abrazo, Lola.
A lo mejor, a última hora, se le ablanda el corazón, Miguel Ángel.
ResponderEliminarTe daría unos pocos de los níscalos que cogimos hace unos días, pero me temo que no alcance mi brazo.
Abrazos, muchos.
Un micro que me ha gustado por varios motivos, Lola.
ResponderEliminarConsigue abarcar muy bien un tema eterno, la venganza del despreciado; que -además- es un tipo de personaje con el que se empatiza con gran facilidad.
Por otro, porque hace tiempo que una idea con la amanita de por medio me ronda la cabeza y me ha hecho mucha gracia ver lo bien que la resuelves tú. Oficio, mucho oficio.
Un abrazo,
Gracias, Pedro. Siempre es un gustazo leer tus comentarios.
ResponderEliminarDoble de abrazos.
Estuve en una exposición micológica el domingo pasado, y creo que la Amanita se notaría un huevo entre las Russulas.
ResponderEliminarEs muy peligroso tener enemigos o resentidos que te regalen setas. Casi mejor que las coja uno mismo y las tire si no está convencido.
El rarito, yo creo que no es tan raro. ¡Hay muchos como él!.
Besos desde mis palabras.
Pero no tienen que ser todas russolas, Laura. Él confía en su ignorancia sobre el conocimiento de las que son buenas o no.
ResponderEliminarDe todos modos creo que se le quitará la idea de la cabeza. Espero.
Besos volados para tus palabras.