Tomada de la red. |
- Te propongo un trato- dijo, a bocajarro, la voz que emanaba como ruido brumoso de una caverna.
Volví la cabeza hacia la entrada del jardín. Ardía el aligustre, igual que la zarza en el desierto, con el resplandor de la luna llena.
- Me hago cargo de tu hipoteca, te consigo clientes y tú....
- Te vendo mi alma- dije por decir, un poco achispado.
- ...y tú me das el retrato- terminó.
- ¿Qué retrato?
- No te hagas el tonto. El retrato de Elena.
- No puedo dártelo. Puse mi alma en esa pintura.
Él esperó en silencio. Dentro de mi cabeza, enturbiada por el alcohol, se iba abriendo paso un futuro sin agobios de dinero, ni avisos de embargo. Volvería ese estado de gracia, excitación pura, que una vez me hizo coger el pincel y dejar sobre el lienzo a la Elena más viva, más pasional que nunca tuve, que jamás tendría. Después, era ver la pintura y sentir el cuerpo afiebrado, borboteando en sus jugos. La buscaba con urgencia y pasábamos las tardes y noches consumidos por el deseo que no se entibiaba hasta bien entrada la mañana del día siguiente, y que volvía a crecer con los segundos, los minutos y las horas. Sí, tendría otra oportunidad. Acepté el trato.
Elena lima sus uñas sin descanso, envuelta en su manta de cachemir, tumbada en el sofá frente al televisor, siempre encendido, como un runrún de fondo que alivia el silencio en nuestro salón. Elena come bombones y se da largos baños en el jacuzzi para templar su cuerpo helado, a pesar de la calefacción en invierno, a pesar del sol que entra a raudales por las ventanas en verano. El frío se ha metido en nuestra casa. Un frío que detiene el movimiento de una caricia, las pocas veces que un asomo de rescoldo intenta sacarme del letargo. La miro a ratos, observo el rastro de agua congelada que deja a su paso, y enseguida vuelvo a mi estudio a pintar, lienzo tras lienzo, el mismo paisaje desolado. Si nace una flor de mi pincel, al momento se agacha y cae a la nieve hasta desaparecer bajo su manto. Si asoma un sol espléndido detrás de un edificio, se agrieta y absorbe el gris de un resto de pintura mal borrada entre los pelos, y convierte un día radiante en uno invernal de una ciudad fantasma. Sin embargo vendo bien mis cuadros a todos esos señores y señoras que llegan ávidos de nuevas telas para colgar en las kilométricas paredes de sus enormes casas.
Vivimos bien, Elena y yo, gracias a ellos. Siempre tengo colgados abrigos de visón del perchero de la puerta para que no pasen frío cada vez que me visitan. Al cliente hay que mimarlo.
Me ha dejado helada. Un trato que congela el alma...
ResponderEliminarExcelente, Lola.
A mí también me parece helador. Gracias Sara.
ResponderEliminarAbrazos calentitos.
Cómo son las cosas, ¿verdad?
ResponderEliminarUno se arregla el futuro y se le viene abajo el presente. Me encantó cómo el cuadro absorbe todo rastro de luz y de vida que pinta en él.
Abrazos nada helados
Qué miedo...no quiero yo esos tratos nunca.
ResponderEliminarUn abrazo.
¿Cuando aprenderemos, Lola?
ResponderEliminarTrazas, magníficamente, las líneas que dibujan el camino a la infelicidad. Si ya somos felicas, ¿que es lo que buscamos?
Me voy con esta pregunta que lleva tiempo rondándome en la cabeza.
Un abrazo,
Impecable, Lola. Y toda una declaración de intenciones, que además podría ser aplicable a muchos ámbitos de la realidad. Me gusta mucho la manera sutil en la que deriva la crítica, el símil del frío y la oquedad de una existencia rota, pese a los fastos y oropeles terrenales.
ResponderEliminarAbrazos, besos.
Muy bien escrito!!! Un placer visitarte. He pasdo un rato ameno leyendote. Pronto paso por aqui.
ResponderEliminarhttp://cuentosdensueno.blogspot.com
http://a212grados.blogspot.com
Cuando uno sería capaz de vender su alma o la de la persona que ama, se pasa el resto de su vida contando dinero, y nada más.
ResponderEliminarQué bien narrado, Lola, como siempre.
Abrazos.
Elena lima sus uñas como quien lima barrotes...
ResponderEliminarQué bueno, Lola. Un beso.
Me parece grandioso el tema, real además, y escrito a la altura de la magnitud que abordas.
ResponderEliminarEs un placer pasar por aquí. Un placer que no vendería ni a cambio de mi hipoteca, jaja.
Besos
Me gustó eso del cuadro absorbiendo todo rastro de luz y vida, Xesc.
ResponderEliminarCarlos, quien pacta con el diablo...
La búsqueda de la felicidad, Pedro, puede llevar a situaciones como ésta.
"La oquedad de una existencia rota". Me gustó mucho esto, Agus.
Bienvenida, Marilyn, puedes pasarte cuando quieras.
Eso creo yo, Miguel Ángel, que la vida se queda en poco más que nada.
Y nunca consigue cortarlos, Alberto.
Ten cuidado, Susana, que a lo mejor hoy llaman a tu puerta para el asuntillo ese de la hipoteca.
Abrazos a repartir.
Una historia tan llena de recovecos, que es imposible no releer varias veces.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
Y enhorabuena por tus numerosos premios, los mereces.
La frialdad se cuela por las rendijas de tu relato. Me ha gustado el retrato de Elena, y el sentir de ese pintor que seguramente, se arrepiente del trato.
ResponderEliminarPrecioso. Un beso casi congelado.
Excelente micro.
ResponderEliminarLola, aprovecho para comentarte que tu blog figura entre mis cinco preferidos para el premio Liebster Blog.
Un abrazo.
El frío se ha instalado en su alma. Un frío desolado.
ResponderEliminarBravo Lola!!!
Besos desde el aire
Es helador el resultado del trato, al final eso es lo que queda: frío, al venderse pierde.
ResponderEliminarBesitos
Y Elena qué siente??
ResponderEliminarA lo mejor, Elena vive envuelta en fríos lujos maritales y se calienta en otra relación con alma.
El que siempre saldrá perdiendo, en todo caso, es el pintor helado.
Muy bueno lo de "limarse las uñas": cuánto nos dice de ella. Y lo de los visones para los clientes: resignación, aceptación con un toque de ironía, de su nueva situación.
Me ha gustado el enfoque retorcido y sabio del diablo, al no exigirle el alma sino el retrato de la persona AMADA (la persona por la que daríamos la vida... ): eso duele más.
ESO ES GENIAL, Lola.
Un beso... con el alma.
Muchas gracias, Araceli.
ResponderEliminarno sé si se arrepiente o se adapta a la vida muelle y helada, Laura.
Gracias, mil, Yolanda.
Alma congelada, Rosa.
Hay que tener cuidado con qué tratos haces, Elysa.
Los diablos son así, Petra, retorcidos y con mala leche.
Abrazos a repartir.