¡Sálvame!, suplicas. Y te ovillas a mi lado. Rodeo tus hombros con mi brazo derecho y te atraigo hacia mí. Con el izquierdo acaricio tu cuerpo. Y mi boca va sembrando besos pequeños en tu cara y en tu cuello. Te canto la canción de cuna con la que me arrullaba mi mamá mientras muevo la cama, meciéndote. Te aquietas y tranquilizas. Entonces te cubro toda. Y somos uno. No hablas, no te mueves, sólo recibes, sólo te dejas hacer, abandonada a mí. Luego deshago el abrazo y presto atención. Un hipido pequeño se te escapa, aunque intentas reprimirlo. Sabes que no me gusta oírte llorar, que me voy hasta el fondo y no sé qué hago. Pero es sólo un sobresalto de tu anterior vida que aún se resiste a marchar. Espero a que el cansancio te venza y caigas rendida. Yo, mirando las tablillas del techo, asaltado por calcetines de hilo blanco, y zapatos de charol negro que se retuercen en gusanos rojos. Tú, dejando actuar la adormidera de mi mano peinando tus rizos. Tu pecho sube y baja acompasado por la respiración profunda del sueño. Un rato más. Levanto uno de tus brazos y lo suelto. Cae pesado sobre el embozo. Te llamo suave y no contestas. Es hora de levantarme. Me visto en silencio y subo las escaleras de puntillas para que no cruja la madera. Te miro desde arriba. Sigues en la misma posición en la que te he dejado. Ahora cerraré esta puerta con llave y alcanzaré deprisa la de la calle. No tardaré más de hora y media en hacer la compra. Espero que, mientras tanto, no despiertes y grites y arañes y llores. No quiero encontrarte como la otra vez, medio loca, esperando tu liberación, detrás de la puerta.
Aplausos!!!!!!
ResponderEliminarTe deseo lo que seguramente has de tener: la mejor de las surtes
Un relato estremecedor. Muy bueno, Lola.
ResponderEliminarUn abrazo.
Menudo pájaro de cuentas!! Ojalá alguien la escuche gritar.
ResponderEliminarMucha suerte Lola, aunque escribiendo textos así, no la necesitas.
Abrazos y besos
Joer Lola (casi lo escribo con la "d" intermedia y todo)
ResponderEliminarEs un auténtico puñetazo, hoy no sé qué más decir. K.O.
Y besos (uff)
Excepcional este micro; mientras lo iba leyendo sentía una tensión extraña en esa ternura, y en esa entrega,,, por eso mismo el final es de una redondez absoluta,
ResponderEliminarAl final recordé ese libro que leí de muy chico, "El Coleccionista".
Gracias, me encantó; un abrazo desde el sur.
Perfecto perverso valiéndose del síndrome de Estocolmo.
ResponderEliminarPoderoso relato, Lola. Deja cierta impotencia que molesta.
Abrazos fuertes
Ostras, cómo culebrea el relato hasta alcanzar ese final terrorífico. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarBuf, qué gozada. Ya sabes lo que pienso: exquisito. Vuelvo a deleitarme en esos gusanos rojos, y en el ritmo frenético del texto, sístole, diástole. Y el dominio de la tensión antes de que todo estalle por los aires. Pase lo que pase, es una pieza de altura.
ResponderEliminarAbrazos.
A veces viene bien un buen chute de dureza bein contado.
ResponderEliminarComo ha dicho Juan Ojeda, tiene algo de El Coleccionista.
Me gusta, sobre todo, como nos arrastras.
Un beso
Enhorabuena una vez más Lola y de antemano.
ResponderEliminarEs un micro excelente.
Difícil lo pones al resto. Menos mal que ganamos en lectura.
Un saludo indio
Mitakuye Oyasin
Escalofriante Lola. Lo que más me inquieta es el título y el detalle de los calcetines blancos y los zapatos de charol. Me da la impresión de que es un pederasta. Aunque está contado desde la ternura, pone los pelos de puta. Un beso y mucha suerte.
ResponderEliminarEstaba yo esperando el final como agua de mayo mientras leía con el corazón en un puño.
ResponderEliminarMuy bueno, duro contrincante. Ahora sí que sí que no me presento.
Un beso
Muy bueno, me ha recordado un poco a la peli de Almodóvar "Átame", pero aquí no se aprecia síndrome de Estocolmo. La segunda persona hace aún más canalla a ese narrador. Besos.
ResponderEliminarLola, Lola, Lola, por no decir, ole, ole y ole, menudo micro te has marcado. Excelente narración y a la historia no se le escapa ni un hilo. Ya voy dejándote mis felicitaciones porque si no gana, debería haberlo hecho. Abrazos envidiosillos.
ResponderEliminarNormalmente escribes con las entrañas, Lola. Ya lo has dicho en alguna ocasión. Pero cuando además las entrañas las returces para que destile suquillo del que no se encuentra en todas partes, ya es que me mueres y "...me voy al fondo y no sé qué hago",¡pasada de sensación!
ResponderEliminarAbrazos, Lola, abrazos sin nanas.
Lola, desgarrador relato, porque no sé bien si es un secuestro o porque la chica no puede quedarse sola por su estado. En cualquier caso, las dos opciones son duras.
ResponderEliminarSuerte en el concurso.
Un abrazo de libertad.
Me has dejado sin aire. Desde el principio había algo que me chirriaba en esa escena bucólica. Manejas el ritmo y nos llevas con una tensión creciente que desatas en un final aterrador, contenido, helado.
ResponderEliminarA destacar "asaltado por calcetines de hilo blanco, y zapatos de charol negro que se retuercen en gusanos rojos"
Abrazos
Gracias, Patricia.
ResponderEliminarParece que pone los pelos de punta, ¿no, Sara?
A veces el terror, ni te deja gritar, Paloma. Gracias.
En toda la cordura, Rocío. El puñetazo, digo.
Tendré que mirar ese libro, Juan.
Sí, Mónica, el querer y no poder es lo peor que puede pasar.
Me encantó lo de culebrar, Araceli.
Cierto, Agus, ya me lo dijiste. Gracias por ponerlo tan alto.
Ahora sí que tengo que leer el libro, Carlos. Me alegro de que te haya gustado.
Indio, en esto no hay nada seguro, depende de muchas cosas, entre otras de rivales como tú.
Quizá, Mar, por eso de la ternura, pone los pelos más de punta.
Haces mal, Luisa, en no presentarte, ya lo verás.
Un pelín más duro que ese Átame almodovariano, Manu, como bien dices.
Un premio son los elogios que me has dejado, Maite.
Me gustó eso de las entrañas retorcidas, Miguel Ángel, que tan bien le viene al relato.
Ya sabes, Nicolás, que cada uno hace su lectura.
Helada me he quedado yo con tu análisis, Xesc.
Puñado de besos a repartir.
¡Vaya final! He vuelto a leerlo porque no daba crédito a ese desenlace. Has descrito a la perfección uno de tantos métodos de tortura.
ResponderEliminarBesos.
Este micro es una joya, Lola.
ResponderEliminarMueves el péndulo narrativo a un compás sosegado, tan sosegado que produce sospechas en el lector. Luego nos das el primer arañazo con esos gusanos rojos y desde ahí hasta el final logras que el nudo en la garganta se nos vaya cerrando poco a poco. Produce alivio cuando acabamos, sólo porque dejamos de sufrir con ella.
Para enmarcar.
Me sumo a los aplausos de Patricia.
Un abrazo,
¡Uff, Lola!muy duro, se lee con un nudo en el estómago y ese final no alivia nada.
ResponderEliminarBesitos
Ufffffffff Lola terrorífico!!!
ResponderEliminarYo iba a mandar un relato pero me das miedooooooooooooo...Jejeje
Besos desde el aire
Has dado en el clavo, Juan, pues no creo que haya mayor tortura que la del torturador que la acompaña con el gesto de ternura.
ResponderEliminarSólo porque dejamos de sufrir con ella, así es, Pedro.
De eso se trataba, Elysa, de no hacer ninguna concesión, de no producir ningún alivio.
Manda, manda, Rosa, será una belleza, seguro.
Abrazos a repartir.
Para mí, la escena más terrorífica de la película: "Acabad de una vez con el soldado Ryan", es aquella en la que el nazi le sisea al americano, mientras le clava el cuchillo lentamente, como hacen las madres para calmar a su hijo. Y el otro se deja hacer.
ResponderEliminarSobrecogedor, Lola. Esa ternura entremezclada de crueldad fría, de cálculo, y esa dosificación tan tuya de la intriga causan un auténtico impacto en las entrañas.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Gracias, Susana, me alegro de ese impacto entrañable.
ResponderEliminarLluvia de besos.
He leído tu micro en un cuento al día, lo he leído como si fuera mío, en realidad no, lo he leído como algo que me hubiera encantado que fuera mío, haberlo escrito yo :D
ResponderEliminarEste es tan desazonador y al mismo tiempo está contado con tanto pulso y audacia...me gusta mucho lo que haces.
Muchísimas gracias, Alma, y bienvenida al blog.
ResponderEliminarAbrazos a pares.
Micro que conmueve, arrastras el verdadero éxtasis del amor, ese momento donde la persona amada ya es casi viento. Me gustó, Lola, en ese ambiente que aparezca el tener que ir a la compra, la vida vegetativa. Suerte... Antes de colgar leo comentarios y algo me he perdido... ¿torturador? Bien, Lola, releo en clave de torturador y también cuadra. Pero si lees con clave de anciano que cuida de su mujer moribunda y con la cabeza ya un poco ida... también me cuadra. No veo ninguna pista en uno ni otro sentido. Problema mío, seguro
ResponderEliminarLos relatos, Ximens, una vez expuestos, son de quienes los leen, por tanto cada uno tiene su interpretación del relato.
ResponderEliminarPar de abrazos.