Suena la campanilla de la tienda. Es él. Me enseña un fajo de billetes. “Me llevo las que quedan”, dice. “No hay más”, le digo. Se oye un ruido sofocado. “¿Seguro?”, insiste. “Segurísimo”, atajo yo, tamborileando con los dedos sobre el mostrador. Recoge el dinero y sale dando un portazo. Abro la caja de caudales y con el índice y el pulgar las cojo, las levanto y las deposito en las hojas del libro en blanco. Se aparean y multiplican, las palabras.
Bellísimo!!!!
ResponderEliminarLas palabras, en buenas manos, se multiplican fácilmente.
Un abrazo
Jeje, especulador de palabras. Invertir en palabras, no suena mal. Aplaudo al personaje que se niega a vender (necesariamente debe ser un maestro), pues cuando se hagan con todas las palabras no nos quedará nada que decir. "Se oye un ruido sofocado". Esa frase en clave y no la pillo.
ResponderEliminar¡Fantástico, Lola! (Y no diré, "Y nunca mejor dicho").
ResponderEliminarTu relato se lee con la prisa que te genera la necesidad de saber de qué hablan, con qué quiere hacerse el otro, cuál es el móvil de la especulación. Acabo agotado, gozoso y profundamente admirado.
Enhorabuena. ¡Cuanto talento!
Como decía el poeta, nos queda la palabra, Patricia.
ResponderEliminarXimens, el ruido sofocado ¿pueden ser las palabras que quedan?
Me alegro, Pedro, de que la intriga te haya llevado hasta el final.
Besos agradecidos.
Lola, con las palabras surge la magia. Tu relato es ejemplo perfecto de ello. Me ha gustado este relato tan actual y a la vez mágico.
ResponderEliminarBesos con palabras.
Me cae bien este especulador, Lola. No vende las palabras que le quedan. Me parece un micro maravilloso.
ResponderEliminarBesitos
Menudos tiempos los nuestros que hasta se especula ya con la palabra, aunque claro, hasta resulta extraño que los especuladores todavía no se hayan dado cuenta. Como siempre, metiéndole el dedo en el ojo a más de uno que se lo merece. Bien hecho.
ResponderEliminarAbrazos, besos.
Ya decía yo que tu manera de dominarlas no era normal, ahora lo entiendo todo jaja Muy bueno!!!!!
ResponderEliminarSaludillos
Que manera más hermosa de regalar palabras Lola... Me alegra que no las venda y que llene con ellas los libros en blanco.
ResponderEliminarBesos desde el aire
Lola, Bonito relato.
ResponderEliminarEs lo único que nos separa de los animales, las palabras. Este mundo nuestro está lleno de especuladores, de forrajidos, de asesinos de palabras. Nos llevas por donde quieres, bonito micro, bonito final.
Hay que guardar las palabras, esas que son medicina, esas que son bálsamo...
Un abrazo
Me ha gustado mucho la imagen de las dos palabras que coges con los dedos. Casi te puedo decir la textura que tienen, pobrecitas.
ResponderEliminarEn cambio, lo del ruido sofocado a mí tampoco me resulta claro, pensé que era la contrariedad del compardor.
Abrazos marcianos.
Y yo que lo que creo que palabras es lo que sobran.
ResponderEliminarBellos textos, Lola.
Besos
Me ha encantado ese personaje que no vende las palabras. Ya quisiera conocer yo su secreto. Sospecho que tú si lo sabes. Un beso.
ResponderEliminarLas palabras, lo más valioso. Que pena que tengan que estar encerradas en una caja de caudales y que suerte que (aunque sea a golpe de billetes) salgan y se apareen y se multipliquen. Las palabras (a la chita callando y esto es muy absurdo de decir) tienen mucho poder y muchos lo saben y las temen.
ResponderEliminarMuy bueno, Lola, desde inicio me preguntaba que sería lo que aquel hombre ansiaba tener. Menos mal que tu personaje las guarda y las protege. Un abrazo con palabra de honor.
ResponderEliminarAl final siempre nos quedan las palabras, auque seguro que en un futuro también habrá quien especule con ellas, si es que no se hace ya. besos. Creo que arregle mi problema con bloguer. Creo.
ResponderEliminarMuy chulo,
ResponderEliminarTú nunca especulas, tú nos las regalas. Gracias,
Sí, Nicolás, desgraciadamente la especulación está de moda.
ResponderEliminarAlguien tiene que estar tan enamorado de las palabras como para no venderlas, Elysa.
Como bien dices, Agus, ya se especula con todo, cómo no con las palabras y sus aledaños.
Ranita saltarina de palabra en palabra.
Es un placer enorme, Rosa, regalar palabras.
Xavier, se ven muchas desangrándose por ahí, las pobres, sin nadie que las rescate de los asesinos.
Así que, Susana, soy yo la que se niega a vender palabras. Me encanta el papel que me has adjudicado.
Sobran cuando son hueras, Tor, y esas se quedan en bocas de politicastros.
Mar,te armas con un martillo compacto de palabras y, cada vez que algún desaprensivo se acerque, le arreas un martillazo.
Ya lo creo, Luisa, las palabras son armas punzantes que pueden hacer saltar por los aires muchos males.
La palabra de honor, Maite, es una buena palabra.
¿Crees Manu que no se especula ya con ellas? Yo pienso que sí.
Me alegro de que hayas quitado el puertas de tu entrada.
Soplo y te envío unas cuantas, Ern.
Lluvia de besos a repartir.
Ha hecho muy bien tu personaje mostrándose tan prudente y celosa con las palabras.
ResponderEliminarEs sabido que en manos de quien no sabe tratarlas con la debida consideración, acaban vaciándose de sentido... y lo que es peor: pervirtiendo la naturaleza misma de las cosas o personas que nombra. Muy bueno.
Besos
Muy buena visión del micro, Gemma.
ResponderEliminarAbrazos agradecidos.
Jo, qué bueno, me has dejado sin palabras :-)
ResponderEliminar¡Guapo! ¡Lindo! ¡Gracioso!... Te regalo unas cuantas Alberto, para que veas que soy generosa.
ResponderEliminarAbrazos varios.
A mí me parece un micro con mensaje y con las palabras muy bien puestas, para eso la dueña las escamotea a quien las pervertirá y se las queda para darles buen uso.
ResponderEliminarMe encanta esta parte:
"Abro la caja de caudales y con el índice y el pulgar las cojo, las levanto y las deposito en las hojas del libro en blanco. Se aparean y multiplican, las palabras."
Besicos
¡Todos contra la perversión de las palabras! Has dado en el clavo, Ro.
ResponderEliminarBesos pareados.
¡Bravo, salvadora de las palabras! Tienes toda la razón: basta de estrés. Es un relato (copio la palabra de verificación) conjuder.
ResponderEliminarAbrazos de los que rompen,
PABLO GONZ
Esos abrazos me han dejado sin palabras.He sentido como un crujido de costillas, Pablo, no te digo más.
ResponderEliminarBesos soplados.