Soñé que no podía dormir. A través del cristal de la ventana de mi habitación, veía el cielo negro de una noche sin luna ni estrellas. Tenía mucha sed. Me levantaba iba a la cocina, abría el frigorífico y sacaba una botella de leche. Sabía a natillas con grumos y galletas maría. Me la bebía toda. Luego iba al cuarto de los niños. Sobre la mesa de color verde y naranja había una máquina de escribir antigua con un teclado alto que dejaba ver parte de sus tentáculos. Me sentaba en una silla pequeña y comenzaba a escribir. El carro iba devorando el papel y el timbre avisaba cada medio segundo de que había llegado al final de la línea. Olía a patio de colegio y a leche agria, por eso yo sabía que estaba escribiendo algo sobre las ayudas del plan Marshall. Llevaba escrito un papel corrido que arrastraba por la habitación, cuando se coló en mi nariz el olor del apresto de los uniformes recién estrenados. Supe que algo terrible iba a pasar. En seguida vino el hedor de la pólvora, de la tierra removida, de los ríos de sangre y de la carne abrasada. Soñé que dejaba de escribir, me iba al baño y vomitaba toda la historia.
Lo peor de la guerra es que se cuela en todos los lugares, incluso en nuestros sueños, devorándolo todo, como un animal fétido e implacable. Tu pieza refleja ese horror con maestría. Y lo difícil que es escapar y ponerse a salvo. Bravo.
ResponderEliminarAbrazos, besos.
Una historia terrible por lo real. Me has hecho recordar aquella leche agria, en polvo, que me daban en el colegio. No me extraña que vomitaras toda la historia de una vez.
ResponderEliminarUna gran historia la que has escrito. Tienes un don especial para narrar.
Un abrazo
Menudo sueño Lola!!!
ResponderEliminarSi me tocase vomitar no escribiría ni una letra, que malita...
Besos desde el aire
Lola, cuantas imágenes presentas. Muy bellas. El giro final es el que me ha descolocado, pero también muy bueno.
ResponderEliminarEsa imagen escribiendo en una máquina de escribir... no tiene precio.
Un beso en máquina de escribir.
Logras colarme el miedo a la guerra por la nariz, Lola.
ResponderEliminarHe disfrutado, a pesar del amargor que me llevo en la garganta.
Un saludo,
Me ha gustado mucho como empiezas la historia y, poco a poco, la conviertes en un magnífica alegato contra la guerra.
ResponderEliminarMe gusta como haces que los sentidos sean los protagonistas y sea por ellos por donde empieza a llegar esa guerra.
Original y muy bueno. Como siempre.
¡Qué buena eres Lola!. Me ha gustado mucho la imagen de la máquina de escribir. Un saludo.
ResponderEliminarLa anónima de antes soy yo, Luisa. ¿Ya estoy así? Pero si solo es miercoles........
ResponderEliminarMuy bueno, Lola, he podido percibir cada imagen, olor y sabor de los que vomita esa máquina de escribir, no sé si por la culpa que siente el personaje como verdugo o por los recuerdos como víctima. Besos.
ResponderEliminarLola, me encanta como vas dirigiendo los pasos, la leche, la máquina, el olor a pólvora... y esa vomitona final que te devuelve al principio. Me gustó mucho
ResponderEliminarSaludillos
Y a pesar de vomitarla se cuela como pesadilla con esas imágenes que tan bien has descrito.
ResponderEliminarBesitos
¿Escapar de la guerra? Imposible, siempre te toca, Agus. Me gustó lo de animal fétido.
ResponderEliminarYo también la recordaba Elèna, aunque llegué al final y no tuve que beber mucha.
Hay tiempo para todo, Rosa, escritura y vomitonas.
Me alegro de que hayas visto belleza entre vómitos, Nicolás.
El olfato, Pedro es un buen catalizador de podredumbre, y tú lo tienes muy fino.
Un análisis muy bueno el tuyo, Luisa. Y con nombre.
Mar, a mí me gustaba mucho pulsar esas teclas y ver cómo golpeaban el papel.
Sí, Manu, víctimas y verdugos acaban metidos en el lodo hasta las cejas.
Buena visión a pasitos del relato, ranita.
No hay pesadilla más pavorosa para mí que ciertas realidades, Elysa.
Puñado de besos a repartir.
Juraría haber comentado tu relato ya, pero parece que algo falló o tal vez fuera que tu exquisita forma de contar, me dejó hechizada. Ahora ya queda poco hueco para mis palabras, ya te han dicho que escribes de lujo y que esta historia cala en el lector. Besos
ResponderEliminarHe entrado dos veces a leerlo porque me desconcierta (como debe ser) la aparición del olor de los uniformes y la guerra en medio del sueño del escritor. Llevas al lector por donde quieres, en este caso una espiral que va del inconsciente a la realidad.
ResponderEliminarA mí también me ha llamado la atención la imagen nítida de la máquina de escribir.
Abrazos.
Quién sabe, Maite, si tu comentario fue secuestrado por uno de los uniformes con chicha dentro.
ResponderEliminarSusana, el relato-sueño va en sentido inverso al tiempo real,además de su duración, y antes de la leche en polvo hubo mucho uniforme pistola al cinto.
Abrazos pareados.
Al soñar dejamos una puerta abierta, por donde se cuelan los monstruos que la sinrazón crea.
ResponderEliminarPero por desgracia son reales, están ahí fuera, y conviven aquí dentro. El infierno siempre fuimos -y seremos- nosotros.
Besos.
Es un micro brillante, Lola, con ese tirar del hilo de las sensaciones tan a lo Proust; y ese desarrollo tan onírico por caótico. Me ha encantado.
ResponderEliminarUn beso
Así es, Alberto, el infierno existe, somos nosotros.
ResponderEliminarEncantada de que te haya encantado, Gemma.
Abrazos a pares.
Me he perdido un poco en este micro.
ResponderEliminarBesos, Lola.
Es que, Tor, no echaste las miguitas en el suelo.
ResponderEliminarPar de abrazos.
Un buen uso de los sentidos que por ser comunes nos traen recuerdos a todos. Veo en este relato sueño un retroceso en los recuerdos. Tirar de la cadena solo evacua el relato, no el drama. Me ha gustado
ResponderEliminarGracias, Ximens por tan sagaz comentario.
ResponderEliminarTriple de abrazos.
Horrorosamente bien contada.
ResponderEliminarQue tengas otros sueños.
Besos riojanos
Tal y como está el patio (que no el de la escuela) es difícil tenerlos. Gracias por el deseo.
ResponderEliminarPar de besos.
Uf, qué angustia me ha entrado al leer tu micro, Lola. Me encanta la frase final pero, para serte sincera, creo que el micro debería empezar y terminar con la primera frase, que para mí es magistral.
ResponderEliminarUn beso
:)
Te mando un azucarillo para que se te quite el mal sabor de boca, Marina.
ResponderEliminarY un abrazo infinito.
Relatas un sueño a la perfección, la locura de dentro y la de fuera, lo real mezclado con lo soñado.
ResponderEliminarUn abrazo