Supe que había llegado por el rastro brillante en la alfombra. Me senté tranquilamente a leer mi libro sobre las costumbres del oso polar. A eso de las nueve de la noche, escuché la llave en la cerradura. Me repantingué más en mi sillón. Luego la tos cazallera conseguida tras muchos años de darle a la frasca.
- ¿Qué hay de cena?- así se presentó.
Ensalivé mi dedo corazón y pasé página, luego lo miré por encima de las gafas. Pequeño, peludo, piernas combadas y morro de chimpancé.
- Tengo preparada una sorpresa. Ve desnudándote- le dije con una sonrisa prometedora.
Me hizo caso como el animal en celo continuo que era. Dejé el libro y puse mi mano derecha detrás de la oreja para no perder detalle de lo que ocurría en la habitación de al lado. Creo que quiso decir hija puta, pero se quedó en hija, ahogada la voz con el rugido de mi tigre. El pobre aún se está recuperando de la indigestión.
Jajajajajajajajaja
ResponderEliminarYo también, woody, yo también.
ResponderEliminarAbrazos con temblor de risa.
Divertido y bonito homenaje Lola a un escritor formidable. Menos mal que venía con dos sombreros. Me quito uno para cada uno. Un placer pasar por aquí. Siempre.
ResponderEliminarAbrazos, besos.
ja ja ja... A disfrutarlo!!!!!
ResponderEliminarCualquier día de estos tu protagonista se encuentra con una denuncia por maltrato animal. ¡Qué crueldad!
ResponderEliminarAgus, Patricia, Caboclo, todo son risas con estos pobre animalitos que dan coces y no son caballos.
ResponderEliminarBesos y abrazos agradecidos a repartir.
Y yo me pregunto, ¿quién se comió a quién? Abrazos con reverencia que no sé cómo se hacen pero en fin,
ResponderEliminarP
PD.: Espero que disfrutes del tigre.
Me gusta el micro(¿como no?), pero no entiendo a ese tipo de mujeres que están aguantando con elementos así a su lado, es más, no entiendo por qué se juntaron con ellos.
ResponderEliminarUn beso para ti, Lola, un abrazo para Pablo.
¡Qué bueno, Lola! Y qué montón de alegrías y de almohadas sonrientes va dejando Pablo, con su cráneo desperdigado.
ResponderEliminarAbrazos
Lola, lo tuve que leer dos veces. Creo que al tigre le bastó con una.
ResponderEliminarUn abrazo.
Lola qué bueno, me he reído mucho, vaya sorpresa que le tenías preparada!! pobre ;)
ResponderEliminarDisfruta del libro. Abrazos.
Jejeje, divertidísimo micro, de calidad, que es además un homenaje a un gran escritor!
ResponderEliminarAplausos y abrazos... y besos también.
Genial, Lola, y me gustaría contestar a Torcuato...
ResponderEliminarPara darse el gusto de lanzarle el tigre en el momento adecuado!!!
Este tigre está provocando un terremoto de lectores y lectoras...
Abrazos
Grande Pablo, grande la Saliva del Tigre y estupendo homenaje el que le has hecho, Lola, muy sensual.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hay maridos muy indigestos. Pobre tigre.Me has hecho reir.
ResponderEliminarBuena pregunta, Pablo.
ResponderEliminarYa lo estoy disfrutando. Carne de excelente calidad.
Tus abrazos como camisa de fuerza son de retorcerse por el suelo de risa. Me gustán mogollón.
Abrazos estrujadores.
Tor, hombre de dios, cómo vas a entender tú la compleja (que no complicada) y rica psicología de las mujeres.
ResponderEliminarTres besos y un rugido.
Lo del cráneo desperdigado es de antología, Gabriel.
ResponderEliminarBesos sin fisuras de cráneo.
José Manuel, el tigre va a lo suyo: dejar rastros salivares luminosos.
ResponderEliminarAbrazos agradecidos.
Una maldad como ésta bien merecía unas risas, Maite.
ResponderEliminarAbrazos con mucho disfrute.
Ya lo creo, David. Lo de gran escritor, digo.
ResponderEliminarPuñado de besos.
Has dado en el clavo, Anita. Los tigres hay que templarlos, azuzarlos y luego lanzarlos.
ResponderEliminarAbrazos variados.
Aquí, entre nosotros, nos lo montamos todo a lo grande.
ResponderEliminarBesos con triple agradecimiento.
No sabes tú lo duro de roer del individuo, a poco se queda sin colmillos el pobre tigre.
ResponderEliminarBesos sin dientes.