En septiembre comenzaba el curso. El primer día, la maestra nos iba nombrando de dos en dos para que ocupáramos los pupitres. A mí siempre me ponía de compañera a Rosa. Ni yo le gustaba a ella, ni ella me gustaba a mí. Trazaba una línea con el lapicero para dejar claro cuál era su espacio, muy limpio, pues pasaba las mañanas lijando la madera. El mío, en cambio, siempre tenía manchas de tinta y rayas de lapiceros. Lo que más me desagradaba de ella, era su cara blanda y rosácea de lechoncillo. Tenía un plumier de madera de dos pisos y le gustaba abrir la tapa del primero y girarlo para descubrir en el segundo las pinturas de colores Alpino. Y así lo dejaba todo el tiempo, para que yo lo envidiara.
Rosa era la hija del médico y yo creía que eso la hacía invulnerable, pero enfermó y murió. Al poco tiempo nadie en la escuela se acordaba de ella. Y yo tuve una nueva compañera.
Bueno, parece que sí se acordaba alguien de ella...
ResponderEliminarMe gusta como lo cuentas, la historia y el final, lo rematas como si tal cosa.
Un abrazo
¡Uff! Puedo bromear sobre el relato (se lo tenía merecido, tanto lijar madera era una auténtica provocación, ...), pero el último párrafo, tan aséptico y crudo, me ha dejado algo descuadrado. Buen relato; creo que logar el efecto deseado.
ResponderEliminarQué coraje daba no poder elegir compañera, y qué envidia esos plumieres de dos pisos, cuando yo conseguí uno tenía ya mas de veinte años. Pobre Rosa, seguro que no sabía saltar a la comba ni jugar a los cromos por muchos lápices que tuviera.
ResponderEliminarBien retratada esa envidia pueril y la característica humana de la imprescindibilidad y vulnerabilidad. Un beso.
ResponderEliminarLa muerte ante los ojos de un niño siempre cobra una dimensión especial. La última frase es demoledora, quizás porque está llena de verdad. Y esa verdad es muy cruda tal y señala el título. Excelente, Lola.
ResponderEliminarAbrazos, besos.
PD: Colores Alpino, qué tiempos aquellos...
Sí, te acuerdas de personas que no significaron mucho para el resto pero que tuvieron su importancia para ti. De todos modos, las hay que al poco son polvo que se lleva el tiempo.
ResponderEliminarBesos, aún volados.
Todos somos vulnerables. Esfímeros. Nada, con el paso del tiempo, Maite.
ResponderEliminarBesos voladores.
Este microrrelato es un tanto especial porque fue el primero que me colgó en su página azul, cuando aún seleccionaba, Millás. Es bastante crudo, como crudo, tal y como apuntas, Agus, es el paso y el rastro efímero de la vida. Como siempre, cazas la esencia al vuelo.
ResponderEliminarBesos aireados, sin bicho.
(Me encantaban los Alpino y los plumieres de madera de dos pisos)
Ay los plumieres de dos pisos y las gomas de nata...
ResponderEliminarAbrazos, besos
Es hermoso este microrrelato en su sencillez.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho Lola.
Abrazos.
PD Por cierto, sólo tras devorar media docena, tuve que rendirme a la evidencia de que, por bien que olieran, las gomas de nata no tenían por qué saber bien.
Duro por lo directo pero... ¿son los niños asi? Cuando somos pequeños no hay nada mejor que una goma blanquita, lapices de colores,..; mis sobrinillas se volvieron locas cuando descubriron una lupa en el plumier que les regalé, supongo que era un plus con respecto a los estuches que tenían sus compañeras.
ResponderEliminarMuy bueno.
(Aún hoy si hay algo que me vuelve loca es una librería, quizás escriba sólo por eso y el ordenador me esté fastidiando un poco en ese sentido)
Un beso y una hoja limpia.
Así, contado como si nada, adquiere dramatismo. Esa voz objetiva del infante. Muy bueno Lola.
ResponderEliminarBesos.
Hermoso, qué bonita palabra. Gracias Jesus.
ResponderEliminarLos niños son como los adultos y sus circunstancias sociales les hacen, Luisa. Gracias por pasarte.
Parece que no va a decir nada y va al final y lo dice. Gracias David.
Yo tuve una compañera de pupitre más o menos así. Me la impusieron porque era la hija del médico y tenía que estar en el primer pupitre aunque era bastante cortita. Supongo que ella se sentía superior por ser niña rica, la pobre. Creo que de ahí me viene este desapego mío hacia las personas-dinero, las personas-títulos, etc, etc. Pero no murió ¿eh?
Las gomas de nata eran geniales, borraban y olían de maravilla. Y los cuadernos de dos rayas también. Todo un mundo las papelerías.
Besos desinbicheados.
Es verdad lo que dice Anita.
ResponderEliminarEn tu línea, Lola.
Besos
Impactante, y al mismo tiempo, "nada".
ResponderEliminarPero bueno, la recordó.
Y bueno, ya sabe, amo cómo escribe. :]
Un abrazo.
Este texto me sitúa frente al espejo y me incita a colocar el ego en su sitio.
ResponderEliminarAprecio tu palabra sencilla y bien escogida.
Un abrazo.
¡Vaya, parece que la brujería en Internet vuelve a dejar atrás algunos comentarios! Rescatado Caboclo. Beinvenido y gracias por pasarte por el blog.
ResponderEliminarRescatada Elisa. Sí que daba coraje. También mantenías el deseo muy vivo por tener esos objetos.
Besos pareados a los dos.
Gracias, Tor, por tu comentario.
ResponderEliminarGracias Edgar por amar lo que escribo.
Espero que tu reflejo te haya hecho justicia, Nenúfar.
Besos al cubo.
Otro curso, otra compañera y vuelta a empezar. Llegarán muchas niñas más mirándonos por encima del hombro, como si la muerte no fuera con ellas, pobres.
ResponderEliminarMe encantó, Lola, encima ese tono infantil, con esa inocencia...
Un abrazo.
Gracias Alberto. Feliz de que te encante.
ResponderEliminarBesos, mil.
Me gustó este texto. Le encuentro la textura propia de una novela (como si hubiera abierto una y leído un párrafo al azar). Interesante el ambiente.
ResponderEliminarAbrazos fuertes,
PABLO GONZ
Interesante manera de leer y percibir el texto. Gracias Pablo.
ResponderEliminarBesos volados hasta que eche los bichos.
¿Tuvo algo que ver la compañera en su muerte? Ya por darle vueltas macabras al asunto...
ResponderEliminarWoody, te voy a poner una denuncia que te vas a enterar, porque me ha dado un ataque de tos con tu comentario que a poco me quedo tiesa.
ResponderEliminar¡Lo que me he reído!
Pues no sé, chico, a lo mejor la nueva compañera le dio matarile para poder ocupar su sitio. ¿Tú qué crees?
Abrazos agradecidos por tanta risa.