Ayer me enteré cuando volvía de dejar a unas usuarias en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando para hacer un curso de calcografía. Debería estar vacunada contra estas cosas, porque es frecuente que estos chicos se vayan así, de sopetón, pero no lo estoy. Y me impresionó la noticia. Almudena había muerto. Justo cuando iban a darle el alta en el hospital. De puro agotamiento. Era una luchadora, el tipo de personas que no se quejan, que aguantan hasta el final, como el día en que reclinó su cabeza sobre mi hombro, bajando en el ascensor, y se echó a llorar de dolor. Pero ya no pudo más y su corazón se paró sin más, porque estaba muy cansada. Recuerdo que cuando la vi la primera vez, pensé en una pitufa, azulados los labios, la piel, los dedos, por su cardiopatía, tan chiquita, con los ojos expresivos y las cejas que levantaba cuando quería hacerte un guiño, una señal simpática.
La última vez que la vi fue en la entrega de premios de la Fundación Anade, en el mes de enero. Fue a recoger el suyo, ya con una botella de oxígeno. Y estaba tan feliz, tan orgullosa, como lo estaban sus hermanas. Me quedo con ese día, con ese momento, con esa pasión suya por los ordenadores que tan bien reflejó en su relato. Aquí lo dejo. Por ella. Para ella.
Luisa siempre soñó con ser informática. Cuando tenía dieciocho años, empezó a trabajar en un despacho de un Centro de Datos de Escritura. Al terminar el trabajo se iba a su casa a descansar, y después de descansar, encendía su ordenador y navegaba por Internet buscando juegos.
Un día encontró un juego muy divertido. Hacían una película y ella era la protagonista de una historia de amor. Luisa se enamoró del chico y quiso hablar con él y acariciarse. Entonces cerró los ojos con fuerza y cuando los abrió se encontró dentro del ordenador como si fuera un personaje. Se quedó a vivir allí para siempre con su novio.
Almudena Ruiz Heredia.
La última vez que la vi fue en la entrega de premios de la Fundación Anade, en el mes de enero. Fue a recoger el suyo, ya con una botella de oxígeno. Y estaba tan feliz, tan orgullosa, como lo estaban sus hermanas. Me quedo con ese día, con ese momento, con esa pasión suya por los ordenadores que tan bien reflejó en su relato. Aquí lo dejo. Por ella. Para ella.
El ORDENADOR FANTÁSTICO
Luisa siempre soñó con ser informática. Cuando tenía dieciocho años, empezó a trabajar en un despacho de un Centro de Datos de Escritura. Al terminar el trabajo se iba a su casa a descansar, y después de descansar, encendía su ordenador y navegaba por Internet buscando juegos.
Un día encontró un juego muy divertido. Hacían una película y ella era la protagonista de una historia de amor. Luisa se enamoró del chico y quiso hablar con él y acariciarse. Entonces cerró los ojos con fuerza y cuando los abrió se encontró dentro del ordenador como si fuera un personaje. Se quedó a vivir allí para siempre con su novio.
Almudena Ruiz Heredia.
Con franqueza, no sé muy bien qué decir, pero sí sé que no quiero irme sin decir nada. Así que, Lola, he pasado por aquí, he leído tu entrañable recuerdo a Almudena, la he apreciado durante unos minutos, y he leído su microrrlato.
ResponderEliminarUn beso y un abrazo muy fuerte.
Bonito homenaje Lola. Emotivo.
ResponderEliminarUn saludo indio
Una noticia así siempre será triste. Por fortuna contamos con el recuerdo de quien se va yendo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Vaya. Qué duro. Pues sea por ella.
ResponderEliminarEsas personas, <3
ResponderEliminar__
Es extraño que el concepto del micro me parezca algo común, real.
Gracias Jesus.
ResponderEliminarBesos volados.
Muchas gracias, Indio.
ResponderEliminarAbrazos.
Gracias KappieG por pasarte por aquí.
ResponderEliminarAbrazos.
José Manuel, hay personas que dejan un mal recuerdo, el de Almudena siempre será dulce.
ResponderEliminarGracias por tu comentario.
Abrazos.
A lo mejor está en ese video juego. En un mundo creado por ella y a su gusto.
ResponderEliminarUn abrazo
R.A.
Gracias a ti, Almudena vivirá en los recuerdos de hasta en quienes no la conocíamos. Precioso homenaje que dice también mucho de tu persona. Un abrazo fuerte.
ResponderEliminarEso creo yo, Rosana.
ResponderEliminarAbrazos.
Gracias Maite por tu hermoso comentario.
ResponderEliminarAbrazos.
Y el cielo de plomo.
Entiendo perfectamente lo que aquí nos cuentas pues gracias a tí pude conocer mejor ese mundo tan olvidado y que sin embargo se mueve.
ResponderEliminarMe gustaría que de vez en cuando dejaras caer por el blog alguna de las joyas que escribieron y que en algún libro fueron editadas después.
Un beso.
Muchas gracias Woody.
ResponderEliminarAbrazos.
Hola compañero. Sí, es una buena idea. Meteré de vez en cuando algún texto de los chicos. Gracias por la sugerencia.
ResponderEliminarBesos, mil.
Hola Lola. Al margen de tus fantásticos micros y de que tu 'Asado de ternera' me siga conmoviendo cada vez que lo leo, te escribo para dejarte la dirección del blog de unos amigos. Es pura magia. Lo escriben desde el primer día que nació su hijo. Un abrazo enorme para ti y para Almudena allí donde está. Aquí va la dirección: http://janmollvic.com/
ResponderEliminarHola Isabel. Un placer recibirte en el blog. A mí también me gustan mucho algunos de tus micros y "Cuna" es excelente.
ResponderEliminarEcharé un vistazo al blog de tus amigos.
Un fuerte abrazo.
Pienso como Jesús. Debía poner algo. Un abrazo grande Lola. Esta vida misteriosa se lleva siempre a la buena gente. Tal vez porque cumplen pronto la tarea de amor que les toca hacer en esta tierra.
ResponderEliminarGracias Manuel. De eso se trataba, de hacer algo. Palabras que son mucho.
ResponderEliminarAbrazos.
Mi cariño para tí, Lola, a la que siempre he imaginado con una libreta y un boli, detrás de esta Almudena que se ha ido, y de tantos otr@s compañer@s suyos, para estimularles a que te cuenten una historia, a que se sientan parte importante para ell@s mism@s.
ResponderEliminarDigo su nombre, leo su relato: Bravo Almudena; y ahora, descansa en paz. Al fin sin dolor.
Muchas gracias, Cora.
ResponderEliminarUn abrazo enorme.
No conocía a Almudena, y aún así has conseguido emocionarme.
ResponderEliminarMuchas gracias, Manu, por dejar tu testimonio en el blog.
ResponderEliminarAbrazos.