¿Y si no acabara aquí, en esta mancha de café? No dejo de pasar la mano por el mantel. Si se cortara el círculo, si se borrara un trozo, aunque fuera pequeño, quedaría la media luna. ¿Qué cuesta, qué te cuesta darle a la moviola y rebobinar lo nuestro? Apareceríamos los dos de golpe, como esos niños del almanaque colgado dentro del mostrador. Agarrados de la mano, sonrientes, flotando. Y es sólo porque el suelo es tan oscuro que no se ve dónde pisan. O no pisan. Así estaríamos nosotros, dando vueltas por la Plaza de España, jugando en una nube, alrededor de su fuente. Salpicados por minúsculas gotas de excitación. Aunque tal vez bajaríamos un poco para tocar con la punta del dedo gordo del pie el agua donde una cáscara de pipas transporta una hormiga muerta. ¿Qué te cuesta, di, pasar la goma de nata por el hastío y la rutina? Deja si quieres lo de los niños que nunca fueron. Deja lo del enredo de tus tobillos en otras piernas. Mi desolación pegada al radiador en las madrugadas de espera. Eso es vida y no hay que tocarla. Pero el tictac perverso del tiempo muerto, ese sácalo ¡ya! de nuestras vidas. Y volvamos al anochecer bajo las sábanas, aún dispuestos a seguir, agotados, una, dos, tres; las veces que el deseo nos llamara. Empapados en nuestro jugo. Macerados. Cogería un martillo y rompería ese cacharro infernal para que no lavara nunca nuestro olor. Uno de dos. Único. Doblaríamos las sábanas aún húmedas para guardarlas en el arcón de la entrada.
Te veo trajinando en la cocina. Un cuadrado de pan untado de mantequilla. Y otro. Dentro las lonchas de jamón y queso. Un nuevo olor estampado en los azulejos, chorreando. Sacarías el cuchillo; ahí saldría tu lado matemático. Un corte al bies y dos triángulos perfectos. Cerveza compartida. Risas. Aún. Hasta el último bocado. Hasta la última luz encendida en las farolas de la calle. Nos miraríamos, encogiéndonos de hombros. ¿Y ahora qué? Deambular por la casa. Yo quiero escuchar música, tú ver la televisión. Cada uno en su cuarto. Un relleno de segundos, de minutos, de horas, hasta volver a la cama. A dormir.
El papel se ha roto de tanto pasar la mano por la mancha. Cabeceo, rendida, con una sonrisa amarga, mientras sigo tu espalda vestida de gris, algo encorvada, hasta la puerta, sin hacer algo para detenerte. Siempre hay un círculo, punto y final, que deja una taza de café en el mantel de cualquier bar, de cualquier ciudad.
Te veo trajinando en la cocina. Un cuadrado de pan untado de mantequilla. Y otro. Dentro las lonchas de jamón y queso. Un nuevo olor estampado en los azulejos, chorreando. Sacarías el cuchillo; ahí saldría tu lado matemático. Un corte al bies y dos triángulos perfectos. Cerveza compartida. Risas. Aún. Hasta el último bocado. Hasta la última luz encendida en las farolas de la calle. Nos miraríamos, encogiéndonos de hombros. ¿Y ahora qué? Deambular por la casa. Yo quiero escuchar música, tú ver la televisión. Cada uno en su cuarto. Un relleno de segundos, de minutos, de horas, hasta volver a la cama. A dormir.
El papel se ha roto de tanto pasar la mano por la mancha. Cabeceo, rendida, con una sonrisa amarga, mientras sigo tu espalda vestida de gris, algo encorvada, hasta la puerta, sin hacer algo para detenerte. Siempre hay un círculo, punto y final, que deja una taza de café en el mantel de cualquier bar, de cualquier ciudad.
Círculo cerrado leído por Momo.
Que no frecuente este apartado no significa que no siga de cerca tus siempre emotivos y significativos relatos. En esta ocasión aprovecho para felicitarte por los anteriores y especialmente por este "Círculo cerrado" que me ha impresionado. Y por si fuera poco, va Momo e interpreta magistralmente el texto en ese video tan nostalgico. Felicitaciones a las dos.
ResponderEliminarGracias compañero. A mí también me parece que la interpretación es fantástica.
ResponderEliminarMillón de besos.
Dejo constancia en esta casa tuya, tan acogedora y bien amueblada, de la belleza nostálgica que se desprende de este relato de añoranza de un amor que el paso del tiempo ha dejado morir.
ResponderEliminarLe acompañan dignamente imágenes y lectura.
Un abrazo
Aitor Menta
Gracias Aitor Menta. Un placer leerte siempre que te pasas por aquí.
ResponderEliminarUn par de besos y cuatro o cinco abrazos.
Gran relato, Lola, qué forma tienes de captar los sentimientos y retorcerlos, darles forma, como si fueran de barro; estupenda narración y muy acertada la imagen. Enhorabuena.
ResponderEliminarGracias Ana. Me alegro un montón de que te haya gustado tanto la historia como la narración e imágenes.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo para espantar este frío tan intenso.
Precioso cuento; la frase del tic-tac del tiempo muerto roza lo sublime.
ResponderEliminarLa lectura por Momo, una delicia.
Te felicito Lola.
Muchas gracias Anonima. Estoy encantada de que te pases por aquí.
ResponderEliminarBesos.