Aquella
humilde flor parecía nacer del muro. De pétalos delicados, cada uno recogía la
savia del saber que dentro compartían profesores con estudiantes, ávidos de
cultura. La flor. Regada con ráfagas de lluvia fina que empapaban y
fertilizaban la tierra. Gotas de sangre que habían hecho brotar la primera flor
preñada de luz. Orgullo de todos. Del polen de aquella primera flor nacieron
nuevas que arroparon las paredes y se reprodujeron para dar testimonio de
sabiduría y belleza. Levantada sobre cimientos sólidos, la universidad mostraba
orgullosa su edificación de siglos. Habían pasado generaciones de españoles,
nativos y nuevos habitantes nacidos del mestizaje entre los pueblos.
Generaciones que seguían esparciendo la semilla del conocimiento por el mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario