Lo arrebata la belleza.
El agua corre ligera y transparente. Refleja la fragilidad de la niña sentada a
orillas del lago. La mano infantil atesora flores. Él se acerca y se arrodilla
a su lado. Tan grande y delicado con los tallos. Flotan los nenúfares en
bamboleo feliz. Agotadas las flores. Él,
que está hecho de muerte, ama la vida. Se levanta, brazos caídos. Se detiene.
Le inquieta la ingenuidad de una acción que asoma un hilo de tinieblas. No
quiere mojarla. ¿Por qué tiene que hacerlo? le pregunta con la hondura de una
súplica en sus ojos a Mary Shelley que blande su pluma, a punto de sentenciarlo
a la mayor muerte de todas: la infinita soledad del monstruo, condenado a vivir
el rechazo y el horror para siempre en las páginas de su relato.
1/10/21
LA CONDENA
Tomada de la red
es sorprendente cómo cambia todo cuando se ve con la inocencia de una niña y sin prejuicios.
ResponderEliminarAsí es.
ResponderEliminarMuchas gracias por comentar.
Un abrazo.