Tomada de la red |
Aquella noche soñé con
islas, cocoteros, daikiris, música discotequera y cuerpos morenos retozando
conmigo en la arena. Me levanté más temprano de lo habitual y muy excitado.
Ducha rápida y doble vuelta de llave en la cerradura de la puerta.
Llegué con tiempo. Una muchedumbre impaciente esperaba, algunos
pegados al cristal como moscas. Abrieron a la hora en punto y entramos en tromba,
atropellándonos los unos a los otros, a la caza de nuestro codiciado tesoro. Braceé
entre violetas, rojos y morados hasta arribar a palmeras verdes y cimbreantes, cielos y mares sin
nubes que mancillaran los azules diferentes. La cogí por los hombros y la
levanté a la altura de mis ojos. Vista así, de cerca, no era tan maravillosa
aquella camisa caribeña que anunciaban rebajada en el catálogo que me dejó mi querido
Borja.
Equivoco como sabes hacerlo. Para encandilarnos. No importa cambiar el objeto de deseo, si busqueda resulta tan atrayente.
ResponderEliminarBien por ti, Lola.
Gracias, querida Cora.
ResponderEliminarTe guardaré una palmerita... de chocolate.
Besos caribeños.