Comenzó hacía años,
tantos como llevaba jubilado. Unía el canto de las manos por los dedos meñiques,
las subía hasta la altura de los ojos y paseaba por el parque durante horas. Al
principio, algunos le preguntaban qué estaba haciendo. Él se paraba y los
miraba sorprendido. « ¿No lo veis? ¡Estoy leyendo!», contestaba. Después de un
tiempo, nadie volvió a preguntarle. Comentaban que estaba loco y evitaban
acercársele, como si pudiera contagiarlos. Ellos hacían lo que había que hacer:
reventar palomas con pan hinchado y clamar por un caudillo que metiera en
vereda a tantos jóvenes y mujeres descarriados.
Para escuchar el audio clicad aquí.
He querido que una fotografía de la representación de teatro basada en el microrrelato de una de las chicas «Niño feliz», aparentemente sin conexión con mi texto, pero que tiene mucho que ver ya que me sirvió de inspiración el gesto de uno de los chicos (antes de que se le facilitara un cómic), de unir los meñiques por el canto y hacer como que leía.
enhorabuena Lola. Ahora que estás jubilada podrás todavía más detenerte en esas historias.
ResponderEliminarUnos abrazos
Gracias, Elena. No sé si tiempo, porque hay más cosas que hacer, pero, como espacio de libertad, pienso utilizarlo a menudo.
ResponderEliminarTres abrazos y uno para el camino.
Muchísimas felicidades. Es un gran relato, ayer cuando lo escuché me alegré mucho.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Muchas gracias, Nani.
ResponderEliminarAbrazos a pares.
Es tan hermoso, Lola!
ResponderEliminarDe qué lugar profundo fluye tanta belleza en tu escritura.
Tanto realismo en tus metaforas.
Esencias de relatos que no me dejan indiferente.
Abrazo fuerte y enhorabuena
Me alegro que mis historias no te dejen indiferentes pues esa es mi intención.
ResponderEliminarMuchas gracias, querida Cora.
Mil besos.