Mamá se fue la madrugada del dos de noviembre, pero ella no lo sabe. Me
busca a cualquier hora del día o de la noche para hablarme de la abuela
que murió hace años, del paso del tiempo, de la vejez y de la enfermedad
a las que ha temido toda su vida. Está transcendente, aunque no por eso
deja de cocinar, planchar, poner la lavadora y ver las telenovelas. Yo
no tengo ganas de hacer nada. Aún no he superado la pérdida.
Mamá ha
sido muy guapa desde niña, y la nariz siempre fue su mayor orgullo.
Perfecta como la de Cleopatra, aunque Cleopatra no tenía una nariz tan
recta. Yo retiro los espejos a su paso. Cubro el de la entrada con una
sábana, el del cuarto de baño con un pañuelo. Todo para que no vea que
su nariz, su hermosa nariz, ha comenzado a descomponerse. Todo para
retardar el momento aterrador en que se dará cuenta de que está muerta.
Belleza descriptiva y angustia mucha angustia final, la descomposición y la nada.
ResponderEliminarUna terrible pesadilla en blanco y negro.
Bordas la escritura.
Uff
La mente recicla y da salida a la angustia de las pérdidas, querida Cora.
ResponderEliminarUn abrazo a lo grande.
Estremecedor y hermoso a la vez.
ResponderEliminarAbrazos.
De auténtica pesadilla. Extraordinaria puesta en escena. Enhorabuena.
ResponderEliminarMil gracias, Isabel.
ResponderEliminarPar de abrazos.
Literal lo de auténtica pesadilla.
ResponderEliminarGracias, compañero.
Besos y más.