Papá seguía en el paro, pero mamá dijo que había que
celebrar la Navidad como Dios manda. Asó un pollo al que llamó pavo y papá hizo
de Árbol con sus bolas de colores, su espumillón y sus luces. Todo iba bien
hasta que el abuelo, que ve menos que Rompetechos, enchufó las bombillas a la
red. Quique, Mamen y Toño no paraban de aplaudir y dar saltos mientras mamá
gritaba: ¡Haced algo! Tan apagados siempre, había que ver cómo se le
encendieron los ojos a papá.
Figurabas junto con Susana Rizo en mi quiniela de ganadoras de Zenda.
ResponderEliminarNo tardarás.
Muchas gracias, José R. Aliaguilla.
ResponderEliminarUn abrazo grande.