Tomada de la red. |
Varios autores españoles cruzamos el charco gracias a la selección de Francisco Manuel Marcos Roldan.
En este programa, muy bien acompañada por Purificación Menaya.
Podéis escuchar mi relato a partir del minuto cincuenta y dos, más o menos. Pinchad aquí
¡MIRA, MAMÁ!
Parecía la cabeza grande de un
alfiler. Escarbé en la arena hasta desenterrarlo del todo. Cabía en la palma de
mi mano. Quise mostrárselo a mamá, pero ella soñaba con sus cosas debajo de la
sombrilla. Papá nadaba a lo lejos, detrás de una sirena rubia. Lo limpié bien
con agua marina y estuve jugando con él. Era muy cariñoso y hacía lo que yo
quería. Llegó la hora de recoger para volver a casa. Lo metí en la bolsa de
plexiglás con el cubo, la pala, el rastrillo y la estrella hueca.
Cuando lo saqué en mi habitación, había
crecido un dedo por lo menos. Y estaba hambriento. Le traje un cuenco con
gelatina de fresa. Después de tragársela, cerró los ojos. Decidí guardarlo
dentro de mi armario. No quería que mis papás me lo quitaran para echarlo a la
basura como hicieron con mi última Barbie. Lo puse dentro de la caja de las
caracolas, agujereé la tapa con la punta de un bolígrafo, y la dejé junto a los
zapatos.
En los días que siguieron, fue creciendo
al igual que su apetito. Mis papás estaban muy contentos por lo bien que yo
comía. Pronto le quedó pequeña la caja y pidió que lo sacara del armario.
Esperaba a que mamá limpiara mi cuarto y se fuera, para dejarlo oculto entre
las sábanas de mi cama. Por las noches dormía acurrucado a mi lado, sin hacer
ruido. Hasta aquella madrugada en que comenzó a llorar y a retorcerse y no
conseguí calmarlo.
Mis papás no logran explicarse cómo no se
dieron cuenta. Me interrogan una y otra vez. Quieren saber quién es el padre.
Unas veces les digo que un pez raya. Otras, que Neptuno. Las más, que no lo sé.
Ellos siguen preguntando.
Precioso este cuento tan tierno en el que se mezcla realidad y ficción.
ResponderEliminarDesgraciadamente la falta de atención de algunos padres a lo que les pase a los hijos es una realidad hoy en día bastante alarmante, Juan.
ResponderEliminarUn abrazo muy real.
ResponderEliminarEste cuento me ha provocado inquietud creciente. Hasta que en el último párrafo descubro el desconcierto, el lamento, el deseo de saber de los padres…Y choco con la realidad.
Tal vez tengas razón en tu comentario, Lola
Abrazos.
Hay mucha magia ahí. Es estupendo porque, aunque el primer párrafo parece anular otro tipo de lecturas, no puedo dejar de pensar en clave realista. Supongo que porque las dos historias tienen mucha fuerza. ¡Un abrazo, Lola!
ResponderEliminarCada cual tiene su lectura, Nenúfar. Es lo bueno de ciertos microrrelatos.
ResponderEliminarTe digo lo mismo que a Nenúfar, Luz: un lector, una lectura.
Abrazos enormes.
Muy bonito tu micro Lola. Y como bien dices, algunos padres descuidan o incluso alguna vez lo habremos hecho y lamentarse o querer saber después, es doloroso o incluso no sirve de nada.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Muchas gracias, Nani.
ResponderEliminarPuñado de besos.
Quien no mira a tiempo, debe preguntar a destiempo.
ResponderEliminarPoderoso texto, como es habitual. Abrazos, siempre
Buena reflexión, Amando.
ResponderEliminarAbrazos otoñales.
Me impacta, me quita el sosiego. Me pregunto hasta donde puede llegar la soledad de una criatura cuando los adultos nos sentimosinmersos en nuestros ombligos.
ResponderEliminarQue preciosismo el tuyo para plasmar la soledad sin futuro.
Un abrazo, Lola
Y lo bien que lo has captado, Cora querida.
ResponderEliminarUn achuchón muy fuerte.