29/6/15

RELATO INCLUIDO EN EL LIBRO DEL III PREMIO DE MICRORRELATOS "MANUEL J. PELÁEZ" 2015






LARVADA


El niño duerme. Paseo sobre la barandilla de mi terraza. Sin mirar abajo. Corre una brisa cálida. Abro los brazos como funambulista y camino con cuidado, un pie delante del otro, manteniendo el equilibrio. Voy hasta el muro de ladrillo, doy la vuelta y llego al otro. Lo repito cuantas veces quiero. Cuando me canso, me detengo. Sentada a horcajadas sobre el hierro, levanto una mano y anulo una estrella. Miro hacia el infinito y veo un planeta en sombra. Escucho a sus habitantes. Gritos de auxilio. Aullidos de terror. El horror petrificado en sus caras de hielo. Me relajo. Paso mi pierna derecha por encima de las rejas y voy a la cocina. Los azulejos chorrean el vapor de la sopa. Saco las lubinas, la cayena y los ajos. Preparo la sartén y la tabla y cojo el cuchillo. Con él en la mano, entro en el cuarto. Brilla el acero en la oscuridad. Meto la cabeza dentro de la cuna. Inspiro. Huele a mi bebé. Los patitos del pijama suben y bajan con su respiración sosegada. Oigo la llave girar en la cerradura. Salgo de la habitación de puntillas y cierro la puerta con sumo cuidado. Él llega.

4 comentarios:

  1. Enhorabuena, Lola, mantener el equilibrio en el horror es arte de funambulistas,como la protagonista, buen relato donde parece que va a ocurrir una cosa y al final se intuye otro desenlace

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  2. Muchas gracias, Purificación.

    Abrazos flojitos por la calor.

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  3. Dominar el lenguaje provoca no solo el placer de ese arrullo de palabras. En tu caso es -también y sobre todo- una herramienta para crear una tensión en el relato que te deja atrapado. Es esa maestría tan lolasanabria, inconfundible.
    Abrazos, siempre

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  4. Desatrápate, Amando, que con la calor que hace es mejor andar sueltecito.

    Abrazos flojitos por la calor.

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