Fotografía tomada de la red. |
CANALLAS
Camina lenta, pesada.
Ojos tristes de niña vieja. Va a poquitos, como polluelo recién salido del
nido. Lejana ya, la infancia. Y sin embargo ayer mismo. Una explosión de
júbilo, su risa. Saltaba por el gozo de saberse junco, bebedor de vida. Jugaba
a ser mayor, como todas las niñas. Y en ese juego su futuro era malva, amarillo,
verde, rosa, azul, pero nunca del color del cieno.
Hoy, truncados sus
sueños, mira de reojo a los niños que botan las pelotas en la plaza, luego se
toca la barriga hinchada, extraña, y sigue andando de camino a su infierno.
LIMITACIÓN
A veces, a través de la
ventana de mi cuarto, miro un punto en la lejanía. Me gustaría saber qué hay
allí, quién vive en ese espacio y cómo se mueve. Si hay o no jardín, columpios
y niños que jueguen en él. Y entre la hierba ¿cuánta vida bullirá? ¿Qué muertes
ocurrirán bajo la zapatilla infantil? Subo la mirada al horizonte. Entonces
caigo en la cuenta de que por muchos años que viviera jamás podría recorrer cada
palmo de nuestro planeta. Conocer todas sus criaturas. Mucho menos el universo
entero. Y me retiro del cristal con una tristeza infinita.
Para escuchar el audio pinchad aquí. A partir del minuto 32: 12.