21/2/14

LUZBEL

Imagen tomada de la red

Los jueves, de cinco a siete, confesión. El codo sobre la rodilla, la palma de la mano izquierda aguantando la cabeza, el aguijón de ansiedad clavado en el pecho y la saliva abrasando. La espera. Escucha los pasitos cortos, el taconeo desigual sobre las baldosas. Descorre la cortina de terciopelo y recibe el aliento a hierbabuena enredado en el jazmín del pelo. Vértigo, temblor de pies y golpecitos en la tarima. Nidos de susurros envenenados que sacan al animal de su letargo. Luego la rutina del perdón y un lamento. El crujido de la madera al levantarse y cinco pasitos cortos.

El padre Miguel abandona el confesionario. Arrodillada sobre la almohadilla del reclinatorio, levanta la cabeza, la cruz respirando sobre el abismo del escote, y le ofrece su carita de ángel. Los cirios ardiendo y la cera derretida. Se tambalea, busca el equilibrio y apoya una mano en la pared. Desvía la mirada, se separa y camina a trompicones hasta la sacristía.

Los domingos, comunión. El padre Miguel sostiene la hostia entre sus dedos y ella le ofrece su lengua de sangre. Dientes grandes, el colmillo montado y una sonrisa manchada de burla en los ojos. La pulpa arrebatándole el círculo blanco y los dedos de él en retirada, recogiendo el jugo de la boca. Después la muralla de los labios, media vuelta y la nuca que se aleja. Calor y el animal desbocado. Alba, casulla y cíngulo quemando.

Viernes de Dolores y un papel enrollado. Lee la dirección, memoriza, lo rompe en trozos pequeños, se los mete en la boca y los mastica. Abandona el alzacuellos en un banco, luego avanza por el pasillo lateral de la iglesia. Pasa, engancha y arrastra con la hebilla del reloj el manto de noche y oro de la virgen que intenta, en vano, detener su carrera hacia el rectángulo de luz que le muestra la salida.

12 comentarios:

  1. Lola, un relato con mucha miga y muy bien escrito. De esas historias que se contaban entre cuchicheos y detrás de los visillos.
    Felicidades.
    Besicos muchos.

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  2. Qué bueno Lola, qué bien escribes, leñe.

    Saludos.

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  3. No se puede ir en contra de la naturaleza, de lo contrario acabas convirtiéndote en un peligro para tus semejantes.
    Estupenda secuencia esta sobre la seducción que es la sal de la vida.
    Besos.

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  4. Muchísimas gracias, Miguel.

    La sal y la piemienta, Juan.

    Abrazos a pares.

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  5. Como un enamorado que espera a su chica en el portal, el padre Miguel espera los jueves a su feligresa en el confesionario. Para recibirla en turbadora confesión, entre aromas y susurros. Las emociones se desbridan. Y “los cirios ardiendo y la cera derretida” es como si reflejaran fuera lo que ocurre en el interior del cura.

    La comunión de los domingos es casi como un beso. Las emociones bullen. “Calor y el animal desbocado. Alba, casulla y cíngulo quemado”. Me gustan estas dos frases. Al igual que me gusta “…el rectángulo de luz que le muestra la salida”. Porque, si quiere, hay luz y hay salida. Para ello, tiene que abandonar algo más que el alzacuellos, y no solo temporalmente.

    Me ha transmitido mucha sensualidad este relato.

    Un abrazo.



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  6. La virgen, siempre igual. Ni come, ni deja comer. ¡La virgen...!
    En fin, voy a ver si me ordeno antes de viernes santo, parece que es día propicio para los de alba, casulla y cíngulo.
    Abrazos, siempre

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  7. No hay nada como la represión para provocar un incendio, Nenúfar.

    Yo también tengo pensado un hábito ya que se acerca la semana de los santos, Amando.


    Doble de abrazos.

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  8. Qué bien contado, todo.
    Y la virgen... que le deje en paz, o mejor que él sea coherente y lo deje.

    Un besazo

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  9. Ya sabes tú, Luisa, que la Iglesia no deja vivir a nadie en paz.

    Abrazos agradecidos.

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  10. Tan vívido, descarnado y metafórico relato, querida Lola, me ha recordado la perversidad acre de las confesiones que recuerdo, pegadas como baba de caracol en el espíritu.

    Magnífico.

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  11. Como babas de caracol o de babosa, querida Cora.

    Abrazos sin mala baba.

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