Fotografía tomada de la red. |
Mientras desayuno, los gorriones van y vienen y picotean el arroz tostado que dejo sobre el alféizar de mi ventana. Los veo cortar el aire, libres, arriba, abajo, a un lado y a otro, con sus alegres trinos, y me convierto en Peter Pan y vuelo entre sus alas.
A mediodía, observo a mi padre sacar un tirabuzón de piel de la fruta, trocearla y dejarla en el plato. Voy a mi habitación y me transformo en el joven Robin Hood que corretea por el bosque y ensarta manzanas.
A la caída de la tarde, mi madre me baña, viste, peina y echa colonia. Luego viene mi amigo Roberto a buscarme y me enseña las entradas. De camino al cine, no para de hablar mientras empuja mi silla. Entonces yo soy Mario Santos, un chico de barrio dispuesto a absorber y dejar sin protagonista una nueva película.
Latigazo final que nos encoje el corazón, Lola.
ResponderEliminarUn micro con sello de denominación de origen.
Un abrazo,
Imagino que cuando uno tiene limitada la movilidad, toda la energía que se ahorra la invierte en imaginación. Qué gusto pasar, que hacía días...
ResponderEliminarUn abrazo, Lola.
Mejor que un latigazo nos encoja el corazón que dejarlo frío, Pedro.
ResponderEliminarLa imaginación no necesita piernas para volar, Miguel Ángel.
Doble ración de abrazos.
Inquietante relato que me hace pensar en que casi siempre pienso en lo que me falta y muy poco en lo que tengo.
ResponderEliminarUn besazo.
Muy buena reflexión, Juan.
ResponderEliminarBesos placenteros.
Tiene una madre que lo peina, un amigo que lo acompaña, y una imaginación que lo habita... Es más afortunado y más rico que la mayoría de los que nos movemos con dos piernas.
ResponderEliminarAbrazos, siempre
Has utilizado otra mirada para ver lo que los estereotipos no dejan. Un acierto, Amando.
ResponderEliminarDoble de abrazos.
Sin duda ese final marca el resto del relato y nuestro pensamiento entero.
ResponderEliminarUn abrazo.
Mil gracias, Carlos.
ResponderEliminarAbrazos a pares.
Verdaderamente conmovedor.
ResponderEliminarY terrible, desde la perspectiva adulta de esa otra invalidez que, agazapada, afirma su presencia sin avisar...
Una sabiduría especial la tuya para darle imaginación multicolor a esa positiva y hermosa criatura.
Y una sensibilidad especial, la tuya, querdida Cora, para reconocerla.
ResponderEliminarAbrazos de larga duración.