Aún no he leído el post de Diarium, pero sí me he llevado tus partículas conmigo en el mes de agosto -a la playa, a la terraza, al sofá- hasta que se quedaron repartidas por todo este rincón del fin del mundo.
Enhorabuena, Lola. Interesante conocer que la vocación por contar se gestó en los tiempos muertos de esas siestas sempiternas y obligatorias que definen y retratan toda una época. Abrazos, besos.
Leer lo que piensas sobre tu libro me ha dejado una placentera sensación.
ResponderEliminarPrecioso, Lola, sencillamente precioso.
Abrazos. Y largo recorrido para estas partículas tuyas.
Muchas gracias, Nenúfar. Me alegra mucho que te deje esa placentera sensación.
ResponderEliminarAbrazos a pares.
Aún no he leído el post de Diarium, pero sí me he llevado tus partículas conmigo en el mes de agosto -a la playa, a la terraza, al sofá- hasta que se quedaron repartidas por todo este rincón del fin del mundo.
ResponderEliminarEs decir, que es estupendo, Lola.
Ahora me voy a leer lo que dicen allí.
Abrazos.
Enhorabuena, Lola. Interesante conocer que la vocación por contar se gestó en los tiempos muertos de esas siestas sempiternas y obligatorias que definen y retratan toda una época. Abrazos, besos.
ResponderEliminarOye, como molas leída en gabacho... Aunque no sé si debes fiarte, mi francés es de la época escolar.
ResponderEliminarAbrazos, compañera
Gracias Lola.
ResponderEliminar¡Fantástico, las partículas recorriendo mundo! Gracias Pedro.
ResponderEliminarEl calor, las partículas, las siestas, el silencio, dejaron su poso, Agustín.
Suena dulce aunque el relato sea amargo, Amando.
Gracias a vosotros por tan cálida acogida.
Abrazos a miles a repartir.