Fotografía tomada de la red. |
Cerca de la carretera que une mi pueblo con otro más grande, hay un edificio de ladrillo sin enlucir ribeteado de bombillas, con un tendedero en el lateral huérfano siempre de ropa, hecho con dos horquillas de madera y una cuerda de nailon. Cuando paso de día con el coche, lo miro de reojo hasta que desaparece tragado por la distancia. Nunca veo a nadie.
Algunas noches de verano, cuando voy con mi marido a cenar a ese pueblo, veo el edificio desde lejos, rabioso de luces de colores que me recuerdan las de mi infancia colgando en la caseta de “El tren de la bruja”. El tendedero lo ha borrado la noche, pero la puerta brilla como si la acabaran de pintar de rojo. Cuando el coche está a su altura, siempre me pregunto qué estará ocurriendo dentro.
Realmente a mi me ocurre lo mismo, siento mucha curiosidad. Hay otros mundos que no conocemos y donde la vida se da un revolcón.
ResponderEliminarBesos con colores.
La vida dándose un revolcón me gusta mucho, Juan.
ResponderEliminarAbrazos y besos al por mayor.
Lola, son esas preguntas que todos nos hacemos, no por ser curiosos a lo malo o sí, sino porque estamos seguros que tras ese tendero se esconce todo un mundo interesante, que a buen seguro, una vez conocido, nos parecería de lo más normal.
ResponderEliminarImpresiona las pinceladas que dejas caer en cada palabra para situarnos en ese escenario.
Abrazos admirados.
El paraíso y los infiernos están ahí, detrás de esas puertas, debajo de las bombillas de colores. Genial, el comentario de Juan. Abrazos, besos.
ResponderEliminarDesde la primera vez que escuché a esta mujer hacerse la misma pregunta, en su camino diurno y solitario y en compañía de un marido que conduce en la noche, pensé que aquellas eran luces de socorro, con la penúltima esperanza de ser rescatadas de la humillación, el miedo y la ignominia de los otr@s.
ResponderEliminarTampoco hice nada.
Uffff, tras las puertas un mundo por imaginar Lola...
ResponderEliminarBesos desde el aire
Nos atrae lo desconocido, lo diferente, Nicolás. Y creo que es buena esa curiosidad.
ResponderEliminarUna puerta siempre esconde mundos dispares, Agus, como bien apuntas.
Ha llovido desde que Juanjo leyó este relato en antena, querida Cora, y ahí sigue haciéndonos preguntas.
De pequeña yo imaginaba mundos en miniatura, debajo del agua, en selvas...Nunca los concretaba, Rosa, porque se deshacía el encanto de la pregunta.
Abrazos flojitos por la calor.
ResponderEliminarMe gusta la contraposición que haces entre la imagen diurna del edificio y la nocturna. La diurna me transmite una sensación de soledad y abandono. En cambio, la nocturna me provoca una desagradable impresión de chabacanería, con esa iluminación rabiosa y la puerta roja y brillante cual labios con exceso de silicona y carmín que, pretendiendo ser seductores, solo son burdos.
El tendedero me ha llamado la atención. Es como un símbolo de las “chicas” que ocupan el edificio: frágiles, situadas en los laterales de la vida, quizás huérfanas de afectos, y tragadas por la noche, entre las sábanas empapadas de sudor y sufrimiento.
Un abrazo, Lola.
Querida Lola: ¡qué bien retratas la ausencia y cómo transmites el vacío de esa casa! Y nada de tópicos ni cositas vulgares. Y, a la vez, se entiende sin malabarismos mentales. Usté sí que sabe, señora mía. Y además, escribe como si le bastara con posar la mirada en el folio o en la pantalla para alumbrar una criatura. Usté sí que es Lola, Lolita, Lola.
ResponderEliminarAbracicos revueltos con admiración, Victoria Trigo
"...situadas en los laterales de la vida, quizás huérfanas de afectos, y tragadas por la noche, entre las sábanas empapadas de sudor y sufrimiento..." Para botón de oro, una muestra, Nenúfar.
ResponderEliminarPrecisamente lo dice una encantadora de palabras: Victoria.
Abrazos a pares.
ABC Cultura
ResponderEliminarSEMANA NEGRA DE GIJÓN
Premio Concurso Internacional de Relatos Policiacos:
«Todos muertos», de Lola Sanabria García.
¡¡¡!!!
Gracias, querida Cora, por la noticia.
ResponderEliminarBesos de chocolate.