Fotografía tomada de la red. |
Con un kilo de tomates, medio de pepinos, un pimiento verde, un trocito de cebolla, un diente de ajo, miga de pan, sal, vinagre de Jerez, aceite de oliva virgen y agua, puedes hacerte el gazpacho que tanto te gusta y que hoy no encontrarás en la nevera cuando vuelvas a casa de madrugada.
Ana.
Muy cotidiano. Ponerles todo en bandeja. Y ellos/as siguiendo siendo niños de ventitantos o treita y tantos.A no ser que tomen gazpacho cuando salen de marcha.Yo con esa pinta lo haría. Donde esté un buen gazpacho que se quite un cubata a lo peor de garrafón. Magnifica receta, Lola. Como se notan las raices.Un abrazo.
ResponderEliminarUn texto redondo, Lola. Y una forma original de poner punto y final a una historia, aunque - como en los buenos micros- es justo al final donde uno empieza a construir la historia. Abrazos, besos.
ResponderEliminarPocas maneras tan sutiles hay de mandar a paseo a tu compañer@.
ResponderEliminarY más ahora que viene la temporada.
Besos.
Buena idea, Salvador, la de sustituir los cubatas por gazpacho. Deberíamos hacer propaganda de esto.
ResponderEliminarLos finales dan sentido, a veces, a una historia en apariencia banal. Bien dicho, Agus.
Efectivamente, Juan, en plena temporada de gazpacho, debe de escocer el doble.
Triple de abrazos.
Lola, se te da muy bien combinar despedida y asuntos caseros. Aquí, ella se marcha con bastante elegancia y mala leche. Como debería estar para marcharse.
ResponderEliminarAbrazos con receta.
Sencillamente, genial
ResponderEliminarHasta los mismísimos, Nicolás, creo yo.
ResponderEliminarDos palabras con mucho peso, Eva.
Doble de abrazos.
Prepara el gazpacho le llevará cierto tiempo, quizá de ahora en adelante se vea abligado a regresar más temprano...
ResponderEliminarEso seguro, o acabará con una úlcera de estómago comiendo porquerías.
ResponderEliminarBesos a mogollón.