Fotografía tomada de la red. |
Él no era padre de las niñas, aunque el ADN certificara que sí. Ejercía como un miserable, a pesar de que una ceremonia lo hiciera pasar por marido. Pero no era motivo suficiente para acabar con su vida. Ahora tiene más cuidado. Cuando se despierta, encaja una a una todas las piezas, asegurándose de que estén bien enroscadas al tronco. Sin embargo, últimamente, cuando La Trepa golpea con la porra los barrotes de las celdas mientras las llama basura, nota una pequeña vuelta en el cuello, un ligero aflojamiento, y piensa que tarde o temprano volverá a perder la cabeza.
La imagen es fantástica. Me gustan muchos los textos que, sin ser de corte fantástico, introducen un elemento de este cariz que distorsiona la realidad por completo. Así, ésta aún se hace más incomprensible, más surrealista. Quizá, en estes caso, también ayuda la fina ironía que además lleva implícita la imagen, y que es muy tuya. Es un lujo pasar por aquí, vaya que sí.
ResponderEliminarAbrazos, besos.
Déjame que lo repose. Sin duda, es una de tus maravillas, Lola. Una de esas donde tú sí que pones todas las piezas para que uno las vaya armando en su cabeza. Me voy rechupeteando a La Trepa...
ResponderEliminarO sea que la cabeza ya la perdió, sin embargo sigue con él, con el miserable que siendo padre no lo es; desde mi punto de vista, entonces, no la perdió lo suficiente, aunque cabe otra posibilidad: que, con las tuercas bien apretaditas, planee una huida de las de verdad.
ResponderEliminarMe gusta la imagen de las tuercas, es genial
Suscribo de principio a fin lo que dice AGUS.
ResponderEliminarUn abrazo.
Y bravo.
La ironía acompaña muy bien, como el buen vino, un menú de hartura, Agus.
ResponderEliminarReposa, reposa, y si se te ocurre algo no dejes de pasar por aquí para regalárnoslo, Miguel Ángel.
Yo creía que el tipo había pasado a mejor vida, Luisa, pero puede que ande por ahí suelto y no lo haya captado.
Suscribirse a lo que escribe Agus, siempre es acertar al pleno, Carlos.
Abrazos, muchos, de finde.
Soberbio, Lola, otra de tus piezas de antología.
ResponderEliminarUn texto bañado por un orballo de ironía que lo impregna de principio a fin y que no le resta nada de dureza.
¡Cómo disfruto cuando vengo a leerte!
Un abrazo,
Me alegro mucho de que disfrutes con la lectura de mis micros, Pedro.
ResponderEliminarUn placer recibirte.
Doble de abrazos.
Lola, duro relato que se va forjando a medida que se va leyendo, y que al mismo tiempo deja un halo de misterio de qué le sucedió, aunque esa última frase es desgarradora y apunta muy bien a donde fue.
ResponderEliminarBesos de puzzle.
Cuando te aprietan las tuercas, puede ocurrir que pierdas la cabeza, Nicolás.
ResponderEliminarAbrazos redondos.
Muy bueno, Lola, bienvenida de nuevo, nos vamos viendo, que se estrena la temporada bloguera y literaria. Besos.
ResponderEliminarTambién los replicantes tienen sus corazoncitos, como lágrimas en la lluvia. El otro día se me cayó un tornillo por aquí. Hizo clonc. ¿No lo habrás oído, por un casual?
ResponderEliminarA sus juanetes
Vernos, leernos...suena muy bien, Manu.
ResponderEliminarEl tornillo me hace falta a mí, Alberto, así que me lo quedo.
Abrazos triples.
Si es que no hay duda, es una joya. Y ahora que vuelvo, la veo con todos sus brillos. Déjala, que pierda la cabeza otra vez, pero no tanto. Que esta no lo merece tanto. Y es que, es verdad, uno se desarma a veces sin querer y otras, por necesidad.
ResponderEliminarUn abrazo, Lola.
PD. Ay, Lola, lo de ReC, que me ha acordao de ti...
Gracias Miguel Ángel.
ResponderEliminarEn cuanto a Rec, te repito lo dicho en el blog de Laura. Me gusta muchísimo tu relato. De hecho últimamente me parece que vas ganando como el buen vino.
Abrazos suertudos.
Me parece que a la tal Trepa le queda un suspiro.
ResponderEliminarMe gusta como me haces ver a este personaje y de que manera piensa cargarse a la tipa.
Besitos
Comparto tu apreciación, Elysa. Que no le toque mucho las narices.
ResponderEliminarMil besos.