Fotografía tomada de la red. |
Era un lameculos, un chivato, un tío despreciable. Ninguno quería tratos con él. Daba grima sólo ver su piel lechosa y sus labios abultados como babosas rojas. Siempre estaba espiándonos; siempre menos en la media hora del patio. Se iba a los servicios y se encerraba con un mp4 y unos auriculares, hasta que sonaba el timbre y volvía a clase más pálido que antes. Daba miedo, parecía haberse quedado sin sangre.
No sé a quién se le ocurrió la idea pero a todos nos gustó. Nos llenamos los bolsillos de petardos y, cuando se encerró en el servicio, como la pared no llegaba hasta el techo, le lanzamos desde el otro lado una andanada de cartuchos encendidos. Salimos corriendo muertos de risa. Después nos enteramos de que le estalló un petardo en la mano, llevándose una falange, y nos cambió el humor. Esperábamos la denuncia y la expulsión, pero no llegó.
A los pocos días, apareció en la clase con un vendaje en medio anular. Se sentó en su sitio, colocando la mano encima de la mesa, en lugar bien visible. Cuando le quitaron el vendaje, nos mostraba el muñón de su dedo sin el menor recato. Lo dicho, un tío despreciable.
Hay gente despreciable capaz de todo. Ni un baño se salva...
ResponderEliminarUn saludo indio
Mitakuye oyasin
Sí que le gustaba hacer mala sangre, sí. Qué rencoroso el tío. Exponiendo su muñón como un trofeo de caza.
ResponderEliminarLola, unos personajes vivos. Una psicología infantil bien trazada. La descripción física del lameculos total.
Un abrazo grandeee
Así funciona la amoralidad de una barra cuando es una mala barra, en Argentina la llamamos patota. Todo aquel que no forme parte de ella es objeto del más frío desprecio y, si es posible, de las bromas más crueles. Y pobre del que tenga que transitar un año de escuela con gente de esta calaña, o vivir en su barrio, o ser su compañero de trabajo porque cuando crecen, empeoran.
ResponderEliminarUn beso enorme, Lola
¡Qué buen texto! El narrador tiene esa pequeña dosis de "mala leche" insolidaria tan actual. Enhorabuena.
ResponderEliminarBueno, bueno, Indio, cómo te pones con los chavales. El ambinte está muy caldeado.
ResponderEliminarUna venganza en toda regla, Petra.
En las escuelas e institutos se dan casos lacerantes, Patricia.
Abrazos flojitos (por la calor) a repartir.
Tremenda la crueldad infantil. Esos angelitos capaces de imaginar lo más atroz y llevarlo a cabo por su falta de sensatez. Es cierto que hay personajes que nos sacan de quicio, pero supongo que mejor ignorarlos que maltratarlos.
ResponderEliminarBesos Lola, muy lograda esa psicología infantil.
Gracias, Yashira. Sí, a veces la inquina puede llevar a callejones sin salida.
ResponderEliminarDoble de besos.
Este es un micro preñado de grandes males, Lola. Muy bien estructurado, con una excelente elección del lenguaje connotativo y con personajes de mucha potencia a pesar de la mínima caracterización.
ResponderEliminarAl hilo de este micro, te recomiendo una novela -por si no la has leído- editada por Anagrama; "Tenemos que hablar de Kevin".
Un abrazo,
No lo he leído, Pedro. Me lo apunto. Mil gracias y puñado de besos.
ResponderEliminarLola, es un relato que perturba como se inicia, y sobre todo, por como acaba. Creo reconocer que el niño herido, el diferente, era además un pervertido que grababa al resto, y estos se coscaron del asunto y se tomaron una venganza desmedida, como suele ocurrir cuando uno se toma la justicia por la mano.
ResponderEliminarAbrazos sin venganza.
Está escrito, pienso, con una ingenuidad infantil salvaje, bestia y sin miramientos. En realidad los niños, si los dejamos,
ResponderEliminarson así. Como en El Señor De Las Moscas. Son angelitos, no negros, oscuros, como demuestra tu micro.
Abrazos, Lola.
Los niños son burrillos, todos, cada uno a su manera; y son niños, no miden, no tienen ni idea.
ResponderEliminarUn beso
Sí, lo tiene todo, Nicolás.
ResponderEliminarSon crueles. Si los dejamos, claro Miguel Ángel.
Y por eso los adultos tienen que dar ejemplo, Luisa.
Triple de besos.
Apenas si era diferente. Suficiente para ser castigado por el resto. Lo lamentable es cuando esas conductas se sostienen cuando crecen.
ResponderEliminarImpecable, Lola.
¡Saludos!
Ah,la crueldad de los niños... Un grupo negativo, sin dudas, y un narrador que no es ningún santo.
ResponderEliminarMuy buen texto, Lola.
Un fuerte abrazo.
También yo lo creo así, Sergio.
ResponderEliminarDe santo no tenía nada, Mónica.
Doble de abrazos.
Los niños y su crueldad, y sus verdades.
ResponderEliminarYo conozco mucha gente despreciable, ¿me das la dirección de la tienda de petardos? ¡pero algo más fuertes! ¡que salten más dedos!.
Me quedo por aquí con más ganas de leer.
Espero tu visita en mi blog, me haría ilusión.
http://lairaconira.blogspot.com.es/