Brotó en plena calle. Apenas rompiendo el asfalto. Un hilo fino amarrado a una anilla que engordó calladamente. Sentado en la escalera de su vivienda, con las manos bajo la barbilla, el niño lo observaba. Varios años y dos estirones más tarde, el hilo es cuero endurecido. El joven se levanta, se acerca a la anilla, mete los dedos, los flexiona y tira. El mundo se vuelve azul, verde y rosa.
Precioso micro. ¿Los niños pueden cambiar el mundo, pueden mejorar el futuro, son nuestra esperanza? Espero que sí, es lo que he entendido. Las personas también deberíamos tener esa anilla, para volverlas del revés si no nos gustan. Un beso Lola.
ResponderEliminarCon éste, me daré otra vueltecilla...
ResponderEliminarYo tengo la esperanza de que sí. Los niños y los jóvenes. Ellos tienen la fuerza, Mar.
ResponderEliminarDate las que quieras, Miguel Ángel. ¿Cómo va la obra?
Par de abrazos.
Qué giro tan abstracto, Lola. Valiente apuesta.
ResponderEliminarAbrazos
Sí, Susana, es muy simbólico.
ResponderEliminarAbrazos triples.
Me gusta este micro cargado de metáfora y esperanza, Lola.
ResponderEliminarUn abrazo.
Lo encuentro precioso. Me llega como la fuerza de la juventud que logra volver a la belleza del origen, quebrar el cemento con el que hemos asfaltado al mundo y devolverle sus colores.
ResponderEliminarOjalá así suceda
Un beso enorme, Lola
Les diré a mis hijos que lo busquen, sería fantástico que pudieran usar algo así.
ResponderEliminarSaludos
Me gustan estos textos en los que la aparición de algo fantástico, casi surrealista, producen en el lector una sensación de extrañamiento, desasosiego y profundo desconcierto. Una manera de contar que como dice Susana se abstrae para luego volver a la realidad y adquirir todo el sentido. Una pieza valiente, con un mensaje de esperanza rotundo. Me gustó mucho, Lola.
ResponderEliminarAbrazos, besos,
Y a mí me gusta que te guste, Pedro.
ResponderEliminarMe gustó mucho eso de quebrar el cemento con el que hemos asfaltado el mundo. Una belleza, Patricia.
A mí también me gustaría tener una anilla a mano para cambiar este mundo que tenemos hoy en día, Paloma.
Cuando parte del mundo se desmorona, hay que tener esperanza en que puede cambiarse, Agus.
Puñado de besos a repartir.
Lola, últimamente tengo poquito tiempo para leer y selecciono en diagonal. Pero con ese título y siendo tú no podia pasarlo por alto. Y claro, no perdí el tiempo. Me gustó mucho ese mundo final de colores
ResponderEliminarsaludillos
Creo que debiera haber anillas de esas en todas las calles, en todas las aceras, en todas las casas ... sobre todo en aquellos sitios donde el color negro es el más habitual y el marrón oscuro no deja casi respirar, y asfixia.
ResponderEliminarUn abrazo Lola
Y para acabar de colorear el mundo, llegó la ranita y lo pespunteó con saltos verdes.
ResponderEliminarAbrazos al cubo.
Me apunto a tu idea, Laura.
ResponderEliminarTriple de besos.
Ojala pudiera suceder así, Lola
ResponderEliminarEs la esperanza que nos queda.
Un micro precioso. Con ese final rompedor.
Cambiar el mundo!!!
ResponderEliminarMe apunto...
Precioso texto Lola.
Besos desde el aire
Final que impacta y más aún cuando lo relees y entiendes el simbolismo de lo que quieres decir.
ResponderEliminarRecibe mi saludo.
¿Sabes? me ha chocado un poco, porque normalmente imprimes menos optimismo, es muy valiente como dice Susana y esperanzador.
ResponderEliminarNunca lo había pensado pero sin querer encasillamos un poco ¿verdad? en mi blog siempre esperáis fantasmas y en el tuyo los finales suelen ser ligeramente más tristes, a veces críticos o irónicos. Este es diferente y a la vez está escrito en un registro muy tuyo (ese niño es de los tuyos).
No sé si como comentario lo anterior vale gran cosa, pero me gustó, eso es lo que cuenta.
Un beso
Perder la esperanza es morir, Elèna, coservemos la vida.
ResponderEliminarOído cocina, Rosa. Te apunto.
Me alegra que te haya impactado, Anna, señal de que di en la diana.
Tienes razón, Rocío. Mis textos suelen ser amargos, denuncian los estragos de una realidad hostil, pero de vez en cuando me gusta aportar algo de luz, aunque los de corte duro son también un revulsivo para conseguir ese rayito de luz.
Puñado de besos a repartir.
Me ha venido bien, Lola, para estos días que a veces estoy arriba y otra abajo.
ResponderEliminarGracias.
Besitos
Me he llevado un alegrón muy grande, Elysa. No hay nada más satisfactorio que alguien te diga que un escrito la ha ayudado.
ResponderEliminarAbrazos varios.
Un micro muy esperanzador, creo que todos debemos esperar ese momento en el el que el hilo se ha hecho fuerte, pasada su fragilidad, su posibilidad de rotura, para tirar de él y cambiarlo todo!
ResponderEliminarBuena propuesta, Maite. ¡Todos a una!
ResponderEliminarAbrazos varios.
Final inesperado, de esperanza. Menos mal, mi pesimismo ya estaba imaginando como le estallaba la granada.
ResponderEliminarBesos.
Ah, claro que estalló una granada. Había semillas rojas por todos lados y los niños cogieron el azúcar, el vino y las cucharas y se pusieron a comer.
ResponderEliminar¡Ese ánimo, Juan, te lo levanto de un achuchón!
Lola yo creo que afortunadamente siempre hay una anilla en cada época y lugar, ya que todo es cíclico, las malas épocas siempre sacan lo peor pero también lo mejor.
ResponderEliminarUn gazapillo de esos tontos (a mí me pasa) Sentado en escalera de su vivienda, falta un la creo. Sentado en la escalera.
Abrazos a montón
Gracias, Rosana, por informarme sobre el gazapo. Ya está corregido.
ResponderEliminarY claro que sí. Sale a la superficie lo más oscuro, pero también brilla más que nunca lo que es oro entre la paja.
Puñado de besos.
Que bonita imagen!
ResponderEliminarBuena, bonita y barata. Gracias, Manu.
ResponderEliminarPar de abrazos.
Ves cómo sabía que volvería?
ResponderEliminarUy, está muy bien traducido, estupendamente.
Qué grande eres, Lola, qué grande.
Se nota que lo traducí yo, Miguel Ángel.
ResponderEliminarOtro abrazo a pie de mundo.