Fotografía tomada de la red
Aristóteles siguió con su discurso filosófico, como si nada. Pablo agitó el bote y se distrajo pintando el quinqué en el muro. Napoleón, con la mano bajo la chaqueta, propuso traspasar la frontera de la puerta. ¿Qué podía hacer yo si nadie me escuchaba? Sorteé el cuerpo de la psiquiatra, empujé al enfermero, derribándolo de la silla, me senté, saqué papel y lápiz y me puse a escribir: "La señora Dalloway decidió que ella misma compraría las flores".
Lola, delirante micro en que los personajes están más cuerdo de lo que parecen. Escribir sí es de "locos".
ResponderEliminarBesos de locura.
Exquisito!!!
ResponderEliminarOjalá hubiese presenciado yo esa rebelión, pero para los lectores es mucho mejor que seas vos, Lola/Virginia.
Como lectora, agradecida.
Buen fin de semana y un beso enorme
Tienes toda la razón del mundo, escribir de forma compulsiva puede ser considerado por muchos como un tipo de locura, pero, por favor, que nadie le ponga nombre a esta enfermedad o dejaremos de ser auténticos.
ResponderEliminarUn buen relato en torno a una muy buena idea.
Ahora te dejo, tengo que telefonear a mi terapeuta para que me visite urgentemente.
Tomar uno mismo las riendas de su vida siempre es lo mejor. Me ha gustado la galería de personajes históricos, pero la historia que ha empezado a escribir este escritor/a loco/a promete mucho. Comprar sus propias flores, buen comienzo. Un beso.
ResponderEliminarY al final la que gana es la autora de la señora Dalloway, porque a Aristóteles, Pablo y Napoleón ¿quién los lleva a su mesilla de noche?
ResponderEliminarAbrazos
Hilarante. Creo que describes la actitud y el arrojo que lleva implícita cualquier decisión, desde el oficio de escritor hasta el oficio vital. Pues eso, revolución!
ResponderEliminarAbrazos, besos.
Locura a la vista, mejor que locura oculta, más letal y venenosa. Hay locos de este último guiso, a puñados, Nicolás.
ResponderEliminarUn enorme placer recibirte siempre, Patricia.
Ten cuidado, Fernando, no te agarre y te deje sin ideas ese terapeuta.
¡Ya lo creo, Mar, que prometía! A los resultados me remito.
Ahí está, Susana. La señora Dalloway permanece para siempre.
En este caso, Agus, pasando por encima de un psiquiatra si hace falta.
Abrazos a repartir.
Una rebelión con opciones de exito, porque es la rebelión del talento, del arte, de la conciencia liberada.
ResponderEliminarFormidable, Lola.
Un saludo.
¡Qué bien que hayas liberado tu comentario,Pedro!
ResponderEliminarAbrazos agradecidos.
Pues me alegro que nadie la escuchara así se puso a escribir y yo he disfrutado leyendola al igual que leyendo tu "Rebelión"
ResponderEliminarBesitos
Pues nada rebelémonos...Genial Lola!!!
ResponderEliminarBesos desde el aire
Virginia se rebeló contra la bipolaridad y contra la indiferencia y el machismo de muchos hombres.
ResponderEliminarLola, me ha parecido muy original cómo lo has reflejado.
Besos
Nunca he leído a Virginia Woolf. ¿Me la recomiendas? ¿Y si la respuesta es sí, por dónde debería empezar?
ResponderEliminarExquisito. Besos sin caspa.
Me alegro, Elysa, de que hayas disfrutado leyéndola.
ResponderEliminar¡A las barricadas, Rosa!
Yo también creo que fue una mujer muy especial a la que ni mencionó el guía en un viaje que hice a Londres.
Por supuesto que te la recomiendo, Alberto. Es compleja y a mí me costó leer sus novelas, no así Tres guineas y Una habitación propia que son ensayos de digna lectura. La señora Dalloway, no estaría mal para empezar. Ya me dirás si te gustó o la dejaste a la mitad.
P.D. Tenía la ilusión de hacerme un abrigo de pieles con mí y tú caspa y te has rajado, ¡cago en to lo que se menea!
Besos a puñados.
Buena rebelión en el frenopático. Besillos alocados.
ResponderEliminarDe rebeliones están hechos los cambios.
ResponderEliminarGracias, Maite, por comentar.
Besos madrugadores.
Lola, veo en tu relato un alegato "feminista" ante la indiferencia de los médicos de la cultura-locura masculina. Esa Virginia que reivindica su espacio de locura también femenina.
ResponderEliminarSi ya lo decía Serrat, cada loco con su tema. Que también debió ser tratado de lo suyo, a juzgar de cómo escribe.
ResponderEliminarUn beso, Lola.
Una visión interesante del relato, Ximens.
ResponderEliminarY cada uno con su punto de locura, Miguel Ángel.
Pareado de abrazos.
Lola, soy una gran admiradora del trabajo de Virginia Woolf. Tu micro consigue retratar un momento que pudo haber sido muy real. Muy bueno.
ResponderEliminarIsa
Chawton St.
Bienvenida, Isa. Un placer encontrarme con una admiradora de Virginia Woolf, escritora y mujer extraordinaria.
ResponderEliminarPuñado de besos.
Tengo un micro secreto en el que también es protagonista Virginia, la locura y la escritura como forma de redención, me gusta que hayamos compartido prota ;)
ResponderEliminarAlberto La señora Dalloway o Al faro es buena manera de empezar con la Woolf, Las olas o el Orlando son más densos.
Abrazos cuerdos o no...
Una vez más, Rosana, queda demostrado que las ideas son universales.
ResponderEliminarAbrazos de universo.
Ahí le has dado, por eso lo he dicho. Además mi micro es inédito, nunca lo h epublicado en ningún sitio.
ResponderEliminarBesicos
Ya estás tardando.
ResponderEliminarPar de abrazos.
Me gusta esta brevedad tuya en el gesto de describir la creatividad y la locura.
ResponderEliminarEste grano de arena, rotundo y fértil del que nos apropiaríamos l@s beneficiári@s de su pensamiento lúcido y doliente.
Ya había comenzado el camino del lago.
Un abrazo
Yo también creo, querida Cora, que la creatividad tiene su punto de locura. O su puntazo, nunca se sabe.
ResponderEliminarAbrazos medio locos.