Hace ya mucho tiempo, cuando mi hijo mayor, entonces de cinco años, peleaba por su vida en una UVI, yo iba a la cafetería, y al ver a los viejecitos mojando un churro o una porra en un café y comiéndosela como si la rumiaran, pensaba que ellos ya habían vivido, que les tocaba morir y no a mi niño. Y cuando la compañera de una enfermera, a la que tanto debo por su apoyo, mostraba su preocupación por la fiebre altísima de su hijo que no cedía, también pensaba que era muy injusto tener que escuchar algo tan nimio frente al calvario por el que yo estaba pasando.
Ni los viejecitos ni la madre enfermera tenían la culpa de lo que a mí me ocurría, la responsabilidad era del conductor del coche que nos embistió.
Así que yo no tengo la culpa (no voy a pedir perdón por ello a los millones de parados) de que yo tenga un contrato eventual, al ochenta y cinco por ciento, que finaliza en julio. De igual modo que no tendrán responsabilidad, cuando yo me quede en el paro, los compañeros que, al ser fijos, conserven su puesto de trabajo. Ni deberán rasgarse las vestiduras aquellos que no tengan que pagar hipotecas porque haya gente viviendo en la calle.
Sí, tenemos responsabilidad los votantes, hayamos metido una papeleta o no en una urna, sobre lo que está ocurriendo. Decidimos con lo que hacemos o dejamos de hacer, sobre el pasado, el presente y el futuro por llegar. Así que no, no somos unos pobrecitos, sino ciudadanos con plenas facultades para tomar decisiones. Es muy fatigoso, lo sé por experiencia, pero hay que mostrarse dispuesto a rebelarse y a luchar, cada cual a su manera.
No es lo mismo quejarse de una uña rota que de un brazo roto y habrá que escuchar al segundo, pero, sin llegar a estos extremos, todos tenemos nuestras heridas, unas más grandes y otras más pequeñas y todos tenemos necesidad de que se nos escuche. Sin embargo, no parecemos dispuestos a hacerlo, enseguida sacamos nuestra situación a la palestra e intentamos acaparar la atención del que escucha, y si no lo conseguimos, nos ponemos agresivos y echamos en cara que lo nuestro es más importante, que no se nos muestra respeto por nuestra situación que es la peor con diferencia. A veces incluso olvidamos que tenemos enfrente a alguien que nos ha echado una mano.
Y así volvemos a Babel.
Resumiendo, que todos tenemos responsabilidades que asumir y también derecho a un pico del paño de lágrimas. En definitiva a ser personas comprometidas y solidarias y a escucharnos los unos a los otros.
Ni los viejecitos ni la madre enfermera tenían la culpa de lo que a mí me ocurría, la responsabilidad era del conductor del coche que nos embistió.
Así que yo no tengo la culpa (no voy a pedir perdón por ello a los millones de parados) de que yo tenga un contrato eventual, al ochenta y cinco por ciento, que finaliza en julio. De igual modo que no tendrán responsabilidad, cuando yo me quede en el paro, los compañeros que, al ser fijos, conserven su puesto de trabajo. Ni deberán rasgarse las vestiduras aquellos que no tengan que pagar hipotecas porque haya gente viviendo en la calle.
Sí, tenemos responsabilidad los votantes, hayamos metido una papeleta o no en una urna, sobre lo que está ocurriendo. Decidimos con lo que hacemos o dejamos de hacer, sobre el pasado, el presente y el futuro por llegar. Así que no, no somos unos pobrecitos, sino ciudadanos con plenas facultades para tomar decisiones. Es muy fatigoso, lo sé por experiencia, pero hay que mostrarse dispuesto a rebelarse y a luchar, cada cual a su manera.
No es lo mismo quejarse de una uña rota que de un brazo roto y habrá que escuchar al segundo, pero, sin llegar a estos extremos, todos tenemos nuestras heridas, unas más grandes y otras más pequeñas y todos tenemos necesidad de que se nos escuche. Sin embargo, no parecemos dispuestos a hacerlo, enseguida sacamos nuestra situación a la palestra e intentamos acaparar la atención del que escucha, y si no lo conseguimos, nos ponemos agresivos y echamos en cara que lo nuestro es más importante, que no se nos muestra respeto por nuestra situación que es la peor con diferencia. A veces incluso olvidamos que tenemos enfrente a alguien que nos ha echado una mano.
Y así volvemos a Babel.
Resumiendo, que todos tenemos responsabilidades que asumir y también derecho a un pico del paño de lágrimas. En definitiva a ser personas comprometidas y solidarias y a escucharnos los unos a los otros.
No puedo estar más de acuerdo, Lola.
ResponderEliminarTengo dos niños míos y una de mi mujer y siempre les recuerdo que antes de quejarse deben pensar en cómo estarían si no tuvieran lo que ya tienen. Y no me refiero a sus cosas, que también.
Además, soy un convencido que echarle al culpa a los demás es uno de los deportes que mejor se nos da y más practicamos.
Un abrazo.
Gran frase final, escucharnos los unos a los otros. Magnífica reflexión. Un beso Lola.
ResponderEliminarPlas, plas, plas...En pie!!!
ResponderEliminarBesazos revolucionarios desde el aire
Precisamente de todos estos rasgos del carácter, es de lo que se nutren los que dirigen nuestro futuro. Es más fácil que te lo den hecho y si algo sale mal cambiamos al entrenador que para eso está. Y así nos va. No somos capaces de pasar de lo general a lo particular y al menos en esa parcela que sí dominamos (por ejemplo: saber escuchar y no sembrar más crispación) conseguir un gramo de felicidad para alguien que sin duda lo necesita.
ResponderEliminarBuena reflexión la tuya.
Besos.
Balones fuera que se dice, Pedro.
ResponderEliminarMi padre era un buen escuchante (palabro), por eso tenía siempre quien le visitara, Mar.
Llegaron calentitos, Rosa.
Y de entrenador a entrenador y tiro porque me toca, Juan.
Puñado de besos para todos.
Escuchar es un signo de inteligencia. Y escuchando se conoce la realidad del otro, se debate y se afianza un proyecto en común que nos sirve a todos para avanzar en la misma dirección, sin exclusiones. Gran entrada.
ResponderEliminarAbrazos, besos.
Nos escuchamos, Agus.
ResponderEliminarAbrazos al cubo.
A veces nos oímos, pero no nos escuchamos.
ResponderEliminarY otras, como decía Stan Laurel, tú hablas y hablas, Oliver, pero yo no te entiendo.
Pero a veces también conseguimos parar las ruedecitas mentales y entonces sí escuchamos lo que oímos, y comprendemos. Hace falta entregar tiempo y esfuerzo. Y no todo el mundo está dispuesto...
Besos.
Esas y otras situaciones se dan, no cabe duda.
ResponderEliminarBuena aportación, Alberto.
Abrazos con boca en oreja para escucharnos mejor.
Estoy de acuerdo, pero eso pasa porque estamos acostumbrados a no preocuparnos de lo que ocurre a más de un centímetro de nuestro ombligo.
ResponderEliminarUn abrazo,
Ombliguismo que se llama, Esperanza. Ahí nos duele, en el centro mismo de nuestro yo.
ResponderEliminarAbrazos, mil.
Completamente de acuerdo queremos que nos escuchen pero la mayoría de las veces carecemos de empatía para escuchar que no oír al otro. Nos cuesta ponernos en los zapatos del otro.
ResponderEliminarBesitos
Bastante de acuerdo con lo que dices.
ResponderEliminarEl hecho de votar nunca me pareció como para hablar del término ciudadano "con plenas facultades para tomar decisiones", esto es lo que nos quieren transmitir pero por ahí no paso. También es evidente que los hay peores.
Saludos
Bastante de acuerdo con lo que dices.
ResponderEliminarEl hecho de votar nunca me pareció como para hablar del término ciudadano "con plenas facultades para tomar decisiones", esto es lo que nos quieren transmitir pero por ahí no paso. También es evidente que los hay peores.
Saludos
Sobre todo cuando nos aprietan, Elysa.
ResponderEliminarArte Pum, creo que yo no digo en ningún momento que el hecho de votar nos haga ciudadanos con plenas facultades para tomar decisiones. Digo y defiendo, que, ya sea votando, no votando, saliendo a la calle, haciendo una huelga, etc, etc, estamos haciendo, o deshaciendo, entuertos. Que no vale yo no decido nada, por tanto para qué esto o lo otro, mejor me quedo quieto o entro en la rueda del bipartidismo. Claro que influye, y mucho, lo que se hace. ¿Imaginas que entre la abstención, los votos nulos y los blancos se hubiera copado el cien por cien en las elecciones? ¿Crees que ese "pequeño" dato no habría movido nada? Yo no, yo aún tengo confianza en el poder del pueblo.
Puñado de besos.
Pues sí, tienes más razón que un santo, Lola.
ResponderEliminar¿Cómo nos vamos a entender si todos queremos hablar y nadie está dispuesto a escuchar?
No olvidemos que la unión hace la fuerza.
Un abrazo.
A ver si aprendemos, que esto se va a poner muy crudo, MJ.
ResponderEliminarBesos agradecidos.
A algunos, lo único que les va a quedar es el consuelo de los demás. Tendremos que pulir la empatía que, los hay, no saben que existe.
ResponderEliminarY estoy de acuerdo contigo en que de nada sirve quedarse en casa soñando con la utopía, hay que lanzarse al ruedo a pelearse con las fieras, cada uno con el capote que elija.
Besos
Y aceptar que sufriremos algunos arañazos, mordiscos y golpes. Nada es dado gratis.
ResponderEliminarPar de abrazos, Ana.
Lola, ¿y de lo mío qué? Tu relato me recuerda la frase "bala que da al compañero no me mata a mí". Nos hemos educado en la competición, buscamos culpables de nuestras desgracias. Mi respuesta a tu pregunta es no, no nos escuchamos.
ResponderEliminarPues hay que empezar ya, Ximens.
ResponderEliminarPuñado de besos.