Cuando mami entra en mi habitación y me da un beso, huele mucho a tabaco. Luego se ducha y duerme toda la mañana. Se levanta a mediodía y come de pie, en la cocina. Por la tarde jugamos al escondite. Ella cuenta en el pasillo, de cara a la pared, y yo me escondo entre el abrigo azul y el vestido rosa. Me llama y me busca por toda la casa. Abre el armario, yo me tapo los ojos con las manos y ella vuelve a cerrarlo, dejando una rendija por donde la veo lamentarse porque me ha perdido. Salgo, le tiro de una manga y ella se pone muy contenta y las dos nos abrazamos. A la noche, me ducha y me pone una colonia que huele a limón. Después me sienta en la trona y mientras ceno, ella lee mi cuento preferido. Después me mete en la cama y seguimos jugando. Yo cuento, mami me ayuda, ella se esconde y no sale de su escondite hasta la mañana siguiente. Uno, dos, tres...
Una bonita manera de enseñar jugando a sobrellevar las despedidas.
ResponderEliminarMe gustó.
Besos desde el aire
Muy sugerente ese escondite. Me gustó mucho. Enhorabuena. Besos desde La Rioja. Prometo tomarme un vino por ti.
ResponderEliminarBonita y dramática ¿no? Gracias por pasarte, Rosa.
ResponderEliminarGracias, Ern por dejarte sugerir. Tráete una copita riojana.
Besos dobles a repartir.
Ese juego que siempre nos acompaña en nuestras horas de porqués, de silencio estruendoso, de mirar buscando.
ResponderEliminarBlogsaludos
Durísima historia contada desde una ternura que se diría imposible.
ResponderEliminarChapó!
Besos argentinos, Lola
Me ha recordado un poco a "La vida es bella", ese escondite de mama donde se fuma tanto... pero la niña lo que vive es juego y amor ¡bravo por esa madre!
ResponderEliminarUn abrazo
Qué tierna historia Lola, me ha gustado esa forma de contarla.
ResponderEliminarEnhorabuena, un abrazo.
Muy bueno Lola!
ResponderEliminarAunque es la segunda vez que me encuentro hoy en un post la palabra "mami". Lo siento, no me gusta! jeje
Un abrazo!!
Que no me canso de ser
Adivín, el juego nos acompaña toda nuestra vida, sólo que cuando somos niños,lo turbio se puede enmascarar.
ResponderEliminarEs lo que tiene el mundo infantil que la dureza de una situación está a veces espolvoreada de ternura, Patricia.
Sí, Anita, algo de eso hay en este micro.
Me alegro de que te gustara, Nicolás.
Bueno, Sucede, no tienes que disculparte por eso, también a mí hay palabras que no me gustan y eso no hace de menos el micro.
Besos agradecidos a repartir.
La segunda parte de este precioso relato debería figurar en algún manual de cómo dormir a los niños sin acabar con los nervios rotos.
ResponderEliminarUn besazo.
Gracias, compañero. Yo creo que esta madre en lugar de los nervios, debía de tener el alma rota.
ResponderEliminarBesos dobles por ser tu santo (varón)
Qué bueno, Lola. Además de lo terrible del relato, creo que no es fácil convertir en una historia de horror adulto algo que viene de la voz de un niño.
ResponderEliminarFelicidades con los pelos de punta.
Abrazo
Gabriel
Muchas gracias, Gabriel. Una alegría grande haberte puesto los pelos de punta.
ResponderEliminarPuñado de besos.
¡Qué ternura! ¡Qué delicadeza! ¡Qué dolor!... desprende este texto.
ResponderEliminarQué detalles amorosos percibo: la rendija en el armario, el contento y el abrazo del reencuentro, la colonia con olor a limón, la lectura del cuento favorito... Y el juego del escondite. Un juego que divierte y protege, interpreto yo, de un posible sentimiento de abandono. Ese sentimiento tann demoledor para el alma de un niño.
Lola, este relato también me encantó.
Abrazos.
¡Hola Nenúfar! Me alegra un montón leerte y que te haya encantado el relato.
ResponderEliminarBesos triples
Joee, qué lástima pobre nena. Lola, ya lo sabes, es de los míos (me refiero a los que a mí me encantan).
ResponderEliminarLa rutina asumida con esa inocencia y el tabaco al principio como única pista... ¡ay! y al mismo tiempo buscando un hueco para el juego. Me has dejado echa polvo. Olé (¿y si te lo plagio un poquillo sin que te enteres?) :-)
Genial Lolilla, un beso grande
Mañana cuelgo uno de levantar el ánimo, Rocío, que no te quiero sentir hecha polvo.
ResponderEliminarBesos con mucha alegría.
La vida a través del tierno cedazo de la infancia.
ResponderEliminarMuy buen micro, Lola.
Un abrazo.
Mónica
Me gustó la palabra cedazo, Mónica, ya casi olvidada. Gracias, mil.
ResponderEliminarBesos de finde.
Muy bueno. Una manera maternal, entrañable y sutil de despedirse de la niña.
ResponderEliminarUn abrazo
Muchísimas gracias Elèna.
ResponderEliminarBesos y abrazos flojitos por la calor.
A ver si hoy puedo dejar el comentario...
ResponderEliminarCreo que lo que más me ha gustado es que había previsto algo más dramático y doloroso, y finalmente se decanta hacia la ternura (algún tipo de ternura, diría). La pista única del tabaco dejaba esa doble posibilidad en el aire; me parece muy bueno.
Saludos.
Descarnado y emotivo hasta la médula. Logras que el lector se pase el micro esperando que ocurra algo más, y al final uno se da cuenta que la historia, la carga del dolor, es esa ausencia, ese drama atenuado por el juego y la rutina. Genial.
ResponderEliminarAbrazos.
Muchísimas gracias, Susana, por tu visión optimista del relato.
ResponderEliminarAusencia muy dolorosa, sí, para ambas. Gracias, mil, Agustín por dejar tu comentario siempre.
Puñado de besos a repartir.
A mí me ocurre como a Susana, dentro de la situaciòn me quedo con el hierro que has sabido quitarle a través del juego y de la capacidad de la madre para minimizar y disfrazar la situación. Yo soy de las convencidas de que todo en estas vida va a depender de cómo te lo tomes, las situaciones van a ser de todo tipo (buenas y malas) pero lo que va a cambiar es cómo decides reaccionar ante ellas.
ResponderEliminarPor eso este microrrelato me parece optimista con todo y más.
Besos como siempre.
¡¡¡Ah!!! Felicita a tu editor, estupendos los libritos digitales de Salmorejo de relatos.
ResponderEliminarMás besos pa los dos
Simpatico y sugerente post,
ResponderEliminares un placer pasar por tu casa.
feliz semana.
un abrazo.
Gracias, Rosana, por tu mirada optimista sobre el relato. Estoy de acuerdo contigo en que son muchas, aunque no todas, las veces en que depende de cómo te tomes las cosas pueden ser más o menos dramáticas.
ResponderEliminarEl placer es mío, Ricardo. Pásate cuando quieras.
Besos volados por la calor.
Gracias. Le paso tus felicitaciones a Juan por el Salmorejo, Rosana.
ResponderEliminarBesos. Más.
Muy bien trabado. Ese juego entre madre e hija -tan recursivo- no solo las une, sino que además las protege de toda amenaza y vulgaridad. Me encantó.
ResponderEliminarAbrazos (y enhorabuenas varias...)
Gracias, mil Gemma, por dejar tu visión sobre el micro y por las enhorabuenas varias.
ResponderEliminarAbrazos fresquitos.
Estupendo, Lola.
ResponderEliminarLeyendo tu micro me he acordado de lo que pensé poco después de aprobarse la ley del tabaco. Cuantas películas y literatura va a cambiar a raíz de esta ley. Sobre todo en temática negra. Ya no habrá más garitos con niebla de humo.
Besos.
Sí, con lo de la ley antitabaco se quedaron atrás esos garitos asfixiantes pero encantadores.
ResponderEliminarBesos, mil, Tor.
Siento un nudo en la garganta al finalizar la lectura breve e intensa.
ResponderEliminarDesearía tener la mirada de inocencia de la criatura, para posarla así sobre esta madre coraje, protectora y tierna; malcomida, de perfume a tabaco ajeno y nocturno, que presiento vulnerable y con más de una herida sin cicatrizar en el alma.
Unas pinceladas mágicas de letras para construir una historia de amor y supervivencia que me llena de empatía y congoja.
Bravo
Y Cora saca el hilo fino de bordar y, puntada a puntada, borda su visión de este juego de mamá.
ResponderEliminarMil gracias, y besos a miles.