Nada más cruzar la puerta, lo noté cerca. Miré a mi alrededor pero todos tenían la sonrisa pintada y las orejas puestas en lo que decía el microrrelatista del momento. Apagué el móvil y se oyó. Nadie pareció darse cuenta de ese detalle. Me concentré en las lecturas que iban cayendo como uvas vendimiadas, o sea como un vino de reserva. Y entonces volvió a atacarme, muy cerca del oído derecho, como si se riera de algo. Levanté la mano y me di un tortazo que, claro, dado el estado de ensimismamiento del personal reunido, ni cuenta se dio nadie. Me tragué una lagrimilla tonta que quería desbordarse por el lagrimal. Después lo noté arriba, entre los pelos, como escarbando el muy cabrito. Hice como si me rascara la cabeza y cesó el cosquilleo impertinente. Me centré en el espectáculo. Micros y más micros con diferentes texturas, colores y sabores. Entonces se puso a jugar con el vello de mi antebrazo. ¿Qué voy a hacer contigo, maldito?, le dije en un susurro masticado. Y entonces escuché mi nombre y supe que mi hora había llegado. Leí y le dejé hacer, que ya estaba harta de esquivar lo inevitable. ¡Sáciate!, le lancé, despectiva. Y ya lo creo que se sació. Me dejó el brazo a caldo. Leí y me quedé en otro sitio para tener una panorámica de todos los microrrelatistas y, sobre todo, de él que zumbaba a su libre albedrío sin que nadie, tan embobados estaban, tan embobados estabais, se diera cuenta. Se puso morado y ni un quítate de aquí, bicho. Lo vi salir surcando el aire con el abdomen hinchado. ¡A ver si revientas en pleno vuelo!, le espeté con el pensamiento más criminal que nunca tuve. Pero, a pesar de la carga, siguió su camino y desapareció de mi vista.
Cuando acabó la lectura y nos fuimos de cañas, pude comprobar las marcas que había dejado en manos, narices, brazos y piernas. Pero allí nadie se enteraba de nada. Todos tan felices. Pues que sepáis blogueros microrrelatistas, que anda suelto un mosquito con la barriga llena de gotitas de vuestra, nuestra sangre, en una suerte de mestizaje que vete tú a saber qué alteraciones genéticas en esto de escribir puede acabar trayéndonos. ¡Avisados quedáis!
Cuando acabó la lectura y nos fuimos de cañas, pude comprobar las marcas que había dejado en manos, narices, brazos y piernas. Pero allí nadie se enteraba de nada. Todos tan felices. Pues que sepáis blogueros microrrelatistas, que anda suelto un mosquito con la barriga llena de gotitas de vuestra, nuestra sangre, en una suerte de mestizaje que vete tú a saber qué alteraciones genéticas en esto de escribir puede acabar trayéndonos. ¡Avisados quedáis!
Ay, nuestra Lola,
ResponderEliminarmenos mal que tienes una percepción especial y cuando notemos una enfermedad extraña (restos de letras cárdenas en los muslos y el vientre, por ejemplo), al menos sabremos qué explicarle al doctor ;-)
Besitos
Lola, no quiero alarmar, pero en los últimos post que he estado leyendo creo notar algo.
ResponderEliminarSeguiré observando, en caso de tener una evidencia vendré a informarte, ja ja!
Un beso enormísimo
Mira Lola que como al mosquito le de por darle a la tecla le dan al nobel. El bicho se olió tanto talento junto y se puso las botas.
ResponderEliminarAbrazos, besos.
PD: Vaya, la palabra de verificación es Echiputi, buen seudónimo para un mosquito escritor.
A ése no le importaron los micros pero sí los microrrelatistas, parece.
ResponderEliminarVaya una a saber, Lola, quizá la especialización alimentaria prospera en la aparición de una nueva variedad de moscos amantes de las letras.
Un abrazo dominguero.
Qué buen regalo, Lola, a ver qué sale de la mosquita (son las hembras las que pican).
ResponderEliminarUn abrazo.
El ADN que porta lo convierte en el mosquito más valioso de Madrid y él no tiene ni idea. Que le aproveche. Abrazos.
ResponderEliminarCuida bien esos restos que pueden ser muy valiosos, Rocío.
ResponderEliminarPatricia, no quites ojo a las letras que andan rebeldes.
Estoy pensando, Agus, que a lo mejor era un escritorzucho reencarnado, sin pena que quiso la gloria picando por aquí y por allá brazos talentosos.
Tal y como tenemos el planeta, cualquier mutación es posible, Mónica.
No empecemos, Elisa, con echar la culpa a las en lugar de los, tú deja que imaginen un mosquito.
Mira por tu casa, Pedro, no sea que se te haya colado por la ventana.
Besos madrugadores a repartir.
¡El punto de vista! Muy divertido, Lola. Te mando abrazos por carros,
ResponderEliminarPABLO GONZ
Anda, Lola, si yo no le echaba las culpas, sino el mérito. Que de esa panza rebostante de gotitas sale algo grande, seguro.
ResponderEliminarjajaja ahora lo entiendo todo!!!! entre sus efectos está dejarme los dejos pegados al teclado y la vista en la pantalla saltando de blog en blog
ResponderEliminarSaludillos
Y yo besos a paladas, Pablo.
ResponderEliminarO explota y salen microrrelatos, Elisa.
ResponderEliminarSí, su picadura produce gran adicción a los blogs y a las ranitas.
Besos nocturnos a repartir.
Como dice Pablo, magnífico punto de vista el del narrador...
ResponderEliminarPerdone usted, señor Espada, pero me gusta más el punto de vista de la narradora. Nada, que hoy estoy reivindicativa.
ResponderEliminarBesos entre picoteo.
Ay, Lola que yo creo que nos picó a todas y todos y ahora somos herman@s de sangre, je je, además de tener un hermano mosquito.
ResponderEliminarYa decía yo que últimamente me notaba rara... y os echaba mucho muchísimo de menos.. habrá que arrejuntarse más a menudo para que los mosquitos no pasen hambre.
Abrazos
Pues arrejuntémonos, Anita. Aunque con aire acondicionado por la calor.
ResponderEliminarBesos hermanados.
A lo mejor queda atrapado en la resina de algún árbol y dentro de unos milenios un científico loco, extraiga su ADN (como en Jurassic Park)y pueda sintetizarse una criatura extrañísima...¿te imaginas?
ResponderEliminarUn beso Lola
Me lo has puesto en bandeja, Marina, cómo no voy a imaginarlo. Tú si que tienes imaginación, muchacha.
ResponderEliminarBesos madrugadores.
¡Jo! Lola, ahora sé que mi berruga nueva no es la que me faltaba -la nº 7- para convertirme por fin en bruja. Bueno es una historia con mi abuela Nicomedes (vaya, perdón abue no debía decir tu verdadero nombre me cachis)que nunca acaba de aprobarme...
ResponderEliminarUn gustazo, un placer aunque no hayamos podido hablar (en esto coincidimos todos) la próxima rotación.
¡Ay guapa, ya quisiera ese mosquito pinchar una cara tan bonita!
ResponderEliminarUn placer conocerte aunque de hablar, na, de na.
Besos, mil.